lunes, julio 04, 2011

PACTO DEL EURO/1: LO ECONÓMICO

El pacto del euro es un dibujo del futuro, si no se remedia, de Europa. En él, hay dos lecturas que se superponen: una económica, que aparece explicitada en el propio pacto por lo menos en sus hechos pero no en sus consecuencias, y otra política, que no aparece mostrada. Por ello, el intento de esta reflexión –por llamarla de alguna forma y dividida en dos partes- será explicar qué se pretende con este pacto, lo explícito y lo implícito, al tiempo que realizar una crítica del mismo.

Como hipótesis pretendemos demostrar, dicho brevemente, que el trasfondo del pacto es la creación en lo económico de una Europa con dos sistemas de competitividad diferentes –una Europa que competirá por productividad y aplicación tecnológica y otra por dumping o precarización de las condiciones de trabajo- y por tanto con dos realidades sociales y con una democracia nacional en cada país de la que se excluirá cualquier competencia económica. Así, la idea clave del pacto es una Europa con una única política económica –lo que la convertirá curiosamente en dual- y con unas democracias vacías de contenido.

Empecemos por la parte económica.

El pacto del euro se desarrolla en cuatro frentes económicos: impulsar la competitividad; segundo, impulsar el empleo; tercero, la sostenibilidad de las finanzas públicas; y, cuarto, reforzar la estabilidad financiera. Además, se añade al final como una especie de apéndice, pero fundamental, la coordinación de la política fiscal. Aparentemente, se trataría así de un proceso común europeo de convergencia en cuanto a las condiciones económicas y que marcaría un punto de unión. Sin embargo, y ahí está la clave, la consecuencia, conocida, será la definitiva consolidación de una Europa dual y la negación precisamente de un modelo único europeo en economía. Comencemos por el aspecto de la competitividad.

La competitividad es la capacidad de ser rentable con el producto ofrecido y conseguir el mayor beneficio posible frente a otros competidores. Esto, se puede conseguir de muchas maneras. Por ejemplo, y solo señalaremos alguna, con una alta productividad que permita que a mismo trabajo se produzca más y mejor -dos futbolistas pueden jugar el mismo tiempo pero uno resultar más productivo que el otro y así hacer más competitivo a su equipo-; con una alta tecnologización –por ejemplo, que el producto requiera una infraestructura tecnológica que reduzca la competencia y necesite una mano de obra cualificada-; o, como tercer modelo aquí, con un dumping social –ofreciendo peores condiciones laborales que los competidores y logrando con ello un producto más barato-. Incentivar, así, la competitividad no es decir mucho. Sin embargo, en el documento se nos da una pista de por donde irán los tiros.

Efectivamente, en el texto (pg. 7 y 8) se junta evolución de los salarios con productividad y competitividad. O dicho de otro modo, la idea clave de la competitividad va unida a los salarios y su fijación (sic). Es decir, la competitividad se producirá de acuerdo al nivel salarial lo que quiere decir en la actualidad que los países de la periferia europea, entre ellos España, serán llevados al dumping social: abaratamiento a costa de las condiciones laborales. Pero, ¿por qué pensamos así? ¿Por qué no creer que se hará mejorando la productividad e implicando a la tecnología? Porque incentivar la mejora tecnológica o la productividad implicaría dos problemas: primero, gastar dinero en I+D que los países menos desarrollados de Europa solo podrían hacerlo a través del estado nacional o del préstamo europeo, cosa que se impide con la llamada sostenibilidad de las finanzas públicas. Segundo, porque si se hiciera esta apuesta por la competitividad formativa y tecnológica los países desarrollados de Europa estarían generando su propia competencia empresarial, cosa que a sus oligarquías nacionales no les interesa. Y, tercero, porque precisamente, y dentro de esa limitación de la competencia, un mercado protegido de las empresas tecnológicas del norte de Europa son los propios países europeos menos desarrollados del sur y del este que no van a crear las suyas.

Pero, alguien puede decir y con razón, ¿y esta precarización se hará en Alemania, Holanda o Francia? Pues no, porque allí la competitividad seguirá de acuerdo a tecnología y productividad. Este proceso solo se reserva, bajos salarios para competir, a los países periféricos actuales y a los futuros que se integren en el euro teniendo como consecuencia una Europa dividida en países de primera y de segunda de acuerdo a su estructura económica competitiva.

Y esta idea de la dualidad europea no aparece en el pacto solo en la competitividad sino que es un eje transversal de todo el documento. Efectivamente, al situar toda la política económica –impuestos, finanzas públicas, presupuesto nacional- bajo la competencia del pacto, se impide que cualquier política nacional pueda superar las condiciones aceptadas porque se encuentra maniatada en su política financiera –y ya no solo por la moneda común-. Así por ejemplo, se pide, y tal vez con razón, una bajada de la tributación al trabajo pero al tiempo sutilmente se señala la necesidad de un impuesto de sociedades común en toda la UE –lo que en la práctica significa tirar a la baja- junto a una disciplina presupuestaria. Esto quiere decir, en lenguaje normal, que los estados deben recaudar menos o, como máximo, no subir su presupuesto, y por tanto que sus ingresos, vía impuestos, estén limitados a lo actual. Y ello quiere decir, otra vez, que el gasto del estado en protección social, alto en unos y bajo, como en España, en otros, se mantendrá así. De nuevo, las dos velocidades. Porque el estado del bienestar ya existente en el norte de Europa no se va a tocar, pero no se va a extender al sur ni al este pues el control del presupuesto nacional ya no es, en realidad, competencia nacional. De esta forma, la sostenibilidad de las finanzas públicas y el control sobre los impuestos implican la nulidad del estado nacional en materia económica y social. Y así, la estabilidad presupuestaria es otra forma de decir dos europas.

¿Cuál es la finalidad económica del pacto del euro? La competencia de los países emergentes en materia industrial y su potencia financiera, algo que no hay olvidar, hacen que la oligarquía económica europea, con Alemania a la cabeza, piense en la idea de una Europa que reconstruya la fiel imagen del mundo actual para así poder competir -es decir: aumentar sus beneficios- mejor. Por un lado, habrá una Europa estable económica y socialmente y con un alto nivel de vida que se correspondería a la Europa de los 15 eliminando los PIGS –España, Portugal, Irlanda y Grecia, y habría tal vez que hablar de Italia-; por otro, una Europa pobre con un menor nivel de bienestar social. Hasta aquí no es, en realidad, nada nuevo. Lo novedoso es que merced al pacto del euro, cada zona queda prefijada como tal, impidiéndo salirse de la misma pues por un lado la competitividad –para unos a través de lo tecnológico y productivo y para otros a través de bajos salarios- y el control de las finanzas estatales –en el doble sentido de control presupuestario y control de los impuestos- quedan prefijadas e impedirá llegar a la convergencia entre países.

En 1863 se dijo seguramente el mejor discurso de la historia. Lincoln señaló en Gettysburg que aquellos hombres no habían muerto en vano porque defendían la democracia, un gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo. No somos tan ingenuos, o tal vez tan nobles, como Lincoln y sabemos –miren este blog- que democracia absoluta y capitalismo son incompatibles. Pero tampoco somos talibanes del espíritu revolucionario –y con ello, basura reaccionaria-. Por ello, lo peor del pacto del euro, y que analizaremos en la siguiente entrega, es precisamente la desaparición de la democracia como ciudadanía.


3 comentarios:

Ibarra dijo...

Una cosa que no entiendo. Dices que la mejora de la competitividad, en España se hará a fuerza de duping social porque la otra alternativa, inversión en I+D, se nos cierra con la llamada "sostenibilidad de las finanzas públicas".

No parece, porque en esa sección sólo se habla de controlar los niveles de deuda de un Estado, cosa de sentido común por otro lado. Pero un Estado puede realizar importantes inversiones (en lo que le plazca, pues ahí no se mete la UE, ¿no?) y lo puede hacer sin necesidad de endeudarse: sólo hace falta mejorar su política tributaria. Y en ese asunto se dice (pág 11, curiosamente en la sección de estabilidad financiera) que "la imposición directa sigue siendo asunto nacional".

Sí es cierto que se recomienda "la reducción de la presión impositiva sobre las rentas del
trabajo" (Pág 9). Pero es una recomendación, y se puede hacer sólo para los más desfavorecidos.

No sé, a lo mejor es muy simplista. No veo tan terrible el pacto.

Enrique P. Mesa García dijo...

Yo creo que no es así como lo cuenta, D. Ibarra. verá, efectivamente se dice lo del asunto nacional, pero se hace trampa. Efectivamente, si hay un techo de gasto, que se señala en el punto c sobre la sostenibilidad de las finanzas públicas, y hay una recomendación sobre reducir rentas del trabajo y hacer una base común sobre el impuesto de sociedades -que es reducirlo- el estado se queda sin poder aumentar recursos. Entonces, los países ya con un alto I+D lo mantienen, pues lo que no pueden hacer es elevar gasto pero sí pueden mantenerlo, pero lo países con un bajo I+D no pueden aumentarlo -recuerdo que el gasto social español está por debajo de la media de la UE-. Además, como los países periféricos no tienen grupos industriales vinculados a la tecnología potentes ni a la investigación -como ejemplo mire esto http://iri.jrc.ec.europa.eu/research/scoreboard_2010.htm- y su universidad es ineficaz - mire esto otro sobre el desastre universitario en cuanto a I+D http://www.fundacioncyd.org/wps/portal/WebPublica/General?WCM_GLOBAL_CONTEXT=/WebCorporativa_es/webfcyd_es/InformeCYD/InformeCYD2010/- acaba todo en que el único protagonista es el estado. Y como no le dejan superar su gasto ya no se le permite actuar.

Y perdone por el rollo, pero creo que su comentario era muy interesante.

Ibarra dijo...

Cierto que los enlaces que usted pone son desalentadores.

Un saludo, esperando ese programa de izquierdas que prometió para otoño...