miércoles, abril 17, 2013

ANÁLISIS SOCIAL Y ANÁLISIS MORAL (y más marxismo)/1


La historiografía antigua tenía una idea central clara: la historia la hacían los grandes hombres. Por eso, las obras históricas tenían como principales protagonistas a los héroes, inventados o reales, que a través de sus hechos marcaban el devenir histórico. Así, consecuencia del régimen de producción esclavista –nota: obsérvese la consigna marxista sin demostrar ni nada- lo que importaba era la vida de los amos y la sociedad se conformaba de acuerdo a ella. Además, a esta idea se unía que no existía la conciencia de progreso y, por tanto, en realidad los héroes no hacían tanto historia, en cuanto a que nada iba a cambiar sustancialmente, como particulares hazañas.

El comienzo de la transformación intelectual en este campo de la comprensión social y de la historia se inicia con el Renacimiento y tiene un nombre paradigmático: Maquiavelo. Maquiavelo explicita algo fundamental. Hasta él, el héroe tenía el poder porque debía tenerlo, no había duda sobre ello y esa idea moral de que lo que ocurría debía ocurrir, deber ser,  no era tanto un juicio moral como social: le correspondía tenerlo por su pertenencia a la oligarquía –la aristocracia: el poder de los mejores como exponía su etimología-. Y esto era, además y fundamentalmente, parte del orden natural del universo. Sin embargo, Maquiavelo  presenta un ideal distinto: el poder se toma. Esta toma de poder se da además no desde las cualidades propias de un héroe –como el honor, la lealtad, etc-  sino desde la astucia y la fuerza. El príncipe no era tal correspondiendo con el orden del universo, sino porque siendo astuto y fuerte conquistaba y defendía su mandato. Maquiavelo da así un paso importante: el poder no es un deber  ser que coincide con el orden natural puesto por la divinidad de turno sino un hecho que  se puede reducir al análisis político y social.

Pero hay aún en el pensador florentino una idea de hazaña: son los individuos extraordinarios, Borgia o Fernando el Católico, los que conforman la sociedad. Precisamente esto es lo que romperá el Liberalismo. La idea central del pensamiento liberal es doble: primero, la sociedad es el conjunto de los individuos; segundo, existe el progreso y por tanto cabe reconstruir la sociedad desde esa perspectiva de sumatorio: es la idea de contrato social para fundar una sociedad nueva. Así, los liberales rompen con los grandes hombres de la historia y con la concepcion clásica. Ni creen en que la sociedad se conforme con los grandes hombres  ni creen, aquí como Maquiavelo, que se corresponda el poder social con el deber ser: por eso hay que hacer el contrato y se puede cortar la cabeza al rey -incluso dos veces teniendo cuidado, eso sí, de que sean dos reyes distintos-. Sin embargo, aún permanece la visión subjetiva pues la sociedad es la suma de los individuos aislados. Así gente buena y honrada tendría como consecuencia una sociedad buena y honrada. Por ello, por ejemplo, la Constitución de Cádiz de 1812, de raíz liberal, señalaba que los españoles debían ser “justos y benéficos”, pues esa sería la garantía de una buena sociedad.

Comte, el pensador francés de la primera mitad del siglo XIX, es un filósofo injustamente tratado. Es, sin duda, uno de los grandes y sin embargo suele ser menospreciado mientras se alaba a otros autores mucho menos interesantes que él. Entre las cosas fundamentales que legó Comte, y hay muchas, figura sin duda la creación de la sociología. Efectivamente, Comte es el primero que comprende que el análisis social no puede reducirse a creer que el colectivo no sea más que la mera suma de los individuos y sus características: es el primero que supera la idea subjetiva de sociedad. Así, Comte con su idea de sociología  supera el análisis liberal que pretendía que una sociedad no era nada más que el sumatorio de las distintas personalidades de sus integrantes. Frente a esto, para Comte la sociedad, y los grupos sociales que a su vez la conforman, adquieren categoría de sujeto de la  acción y, consecuentemente, deben ser estudiados como  tales pues poseen reglas propias y acciones que son independientes a la voluntad de sus particulares. Para entendemos, Comte piensa –si fuera periodista deportivo y si un periodista deportivo pensara- que no por tener, uno a uno, a los mejores jugadores del fútbol se tiene necesariamente el mejor equipo -que se lo digan al inútil de Mourinho-. O si fuera pedagogo –y, sí, otra vez pondría lo de antes-, que una clase no es la suma de sus alumnos sino una realidad propia que debe ser analizada como una unidad. Comte, en definitiva, es el primero que supera la idea de la sociedad como un mero agregado de elementos y comprende que tiene unas reglas propias independientes: la sociedad como unidad es el sujeto de estudio.

A partir de ahí, esta misma idea de Comte comienza a impregnar el análisis sociológico. Y con él a Marx. Efectivamente, el análisis que realiza Marx del Capitalismo es un análisis alejado desde sus orígenes de que este pueda ser explicado reduciéndolo a las circunstancias personales de sus integrantes. Incluso cuando Marx está aún realizando un análisis fuertemente clasista presentando a las clases sociales como las que constituyen la clave del Capitalismo -antes de empezar a comprender que el capitalismo es un sujeto independiente incluso de los intereses concretos de tales grupos- estas clases sociales no se conforman de abajo a arriba, de acuerdo a un proceso inductivo donde de las características de los individuos particulares surge la condición general del colectivo tal y como haría un liberal, sino de arriba a abajo: las clases sociales son entidades sociales  objetivas de acuerdo la posesión o no de los medios de producción y por tanto deben estudiarse y analizarse no tomando en cuenta las características de cada individuo sino como las de un único sujeto. Para Marx, y esto es clave en este Marx, los burgueses no forman la burguesía sino que la burguesía forma a los burgueses. Los proletarios no forman al proletariado, sino que el proletariado forma a los proletarios. Por ello, Marx evita, en consecuencia lógica, establecer criterios morales personalizados para cada uno de los miembros de estas categorías sociales pues sería absurdo. Para Marx, no importa lo que cada individuo de una clase piense o cómo actúe sino qué interés concreto tiene su clase social.  Podrá haber burgueses bondadosos –como hay, por cierto, empresarios hoy en día perdiendo dinero y evitando con su patrimonio personal echar a la calle a sus empleados- y proletarios malvados pero eso no es importante para el análisis de la sociedad. Lo que interesa es saber cómo actua la burguesía como tal sujeto único o el proletariado como tal sujeto, también, único. Lo que importa, al menos en esta etapa inicial del marxismo de Marx, es la clase social y su interés como tal clase.

Pero, incluso una vez superado el análisis clasista Marx posteriormente irá aún más lejos. Ahora, verán qué listo soy, vamos a hablar de Hegel. Hegel es un filósofo alemán del primer tercio del siglo XIX. Es famoso porque escribe raro -encima en alemán- y cuesta comprenderle: bueno, es que no escribe muy bien. También es famoso, pero menos, porque desarrolla la dialéctica. A partir de ahora si hay un filósofo -hay gente que firma así- en  la sala se va a enfadar y más si encima entendió algo de Hegel aunque esto reduce mucho el campo de acción-. Pero como dicen en ese maravilloso blog que es El Tamiz: antes simplista que incomprensible.

La Ilustración había dado a la razón su máxima importancia señalando cuando menos el anhelo de un mundo gobernado por ella. Así, por ejemplo, la razón había llegado a explicar el mundo natural, con Newton, que hasta entonces se le presentaba oculto. De esta forma, el discurso de progreso ilustrado presentaba que la razón iría así conquistando cada vez más espacios y, por tanto se sabría más. Hegel hace a partir de esto algo parecido a lo de Comte al independizar la razón de los individuos concretos. Para él, la Razón se convierte en un sujeto en sí mismo, como si fuera un espíritu, que al ir recorriendo la historia va conquistando nuevos espacios de conocimiento. Así, el desarrollo histórico es el desarrollo de la Razón -diga usted del Espíritu y epate a sus vecinos- hasta que se llegue a conocerlo todo y hacer toda la realidad racional  -diga usted llegar al Espíritu Absoluto y tendrá a sus pies a la vecina buenorra-. Los individuos concretos son así instrumentos de ese desarrollo de la Razón.

Además, añade Hegel, este desarrollo de la Razón no se genera desde fuera, por motivos ajenos a esa misma razón, sino que surge desde ella misma de una forma que Hegel llama dialéctica: del mismo modo que un niño, e incluso un ser humano, va desarrollando su cerebro que ya está en él sin añadirle nada externo pero al hacerlo renuncia a sus anteriores etapas no puede ser adulto y niño a la vez- o las matemáticas se desarrollan desde ellas mismas, la razón se despliega desde sí misma a lo largo de la historia hasta llegar al conocimiento absoluto. El espíritu, esa razón, es por eso el auténtico sujeto de la historia. Y ahora pedimos perdón a Hegel y volvemos a Marx.

Marx recoge esta idea de despliegue de la razón pero cambia al protagonista: pone la dialéctica boca abajo. Lo que se ha desarrollado en la historia -Hegel entérate- y ha sido a su vez causa del desarrollo histórico, no ha sido la razón sino las formas de producción -el esclavisrno, feudalismo o capitalismo- y por ello hasta ahora el sujeto de la historia ha sido estas formas productivas y no los individuos que han sido instrumentalizados por ellas. Y esto sigue pasando ahora, añade Marx, y con mayor fuerza en el Capitalismo. El Capitalismo no es el resultado de los malvados burgueses avariciosos e insolidarios sino que la burguesía y el proletariado son el producto del Capitalismo. Y aquí está el cambio con el anterior Marx: no es que burguesía y proletariado formen el capitalismo, cosa que se defendía antes, sino que el capitalismo forma a la burguesía y al proletariado y, así, a todos y cada uno de los seres humanos. El sujeto de la historia actual no es los empresarios o el pueblo, sino el capitalismo que tiene leyes propias y objetivas. Los hombres no hacen libremente ni su historia ni su vida y por eso, para ser libres todos, hay que hacer la revolución. Y con ella se pasará de la prehistoria a la historia de la humanidad.

¿Y a qué viene todo este rollo? Aparte de a demostrar lo mucho que sé –una barbaridad, oiga y si yo le contara- a algo más. Hay dos formas de entender, por tanto, la sociedad. La primera es aquella que defiende que la sociedad es la suma de sus individuos y por tanto hay una conexión necesaria entre como sean estos y cómo resulte el resultado final: es la idea liberal –y, curiosamente, en cierta medida la anarquista-. La segunda, explicada aquí, es aquella que defiende que la sociedad es un sujeto propio con leyes autónomas, independientes a los individuos. Ninguna de las dos, quede claro, excluye el juicio moral pero son juicios morales muy diferentes. Y hay una que es progresista, aquella que defiende la objetividad social, y hay otra conservadora, la que defiende la sociedad como la suma de sus miembros. Pero ahora, curiosamente, se está desarrollando desde la izquierda la segunda opción de raíz liberal  y, eso, es estéril políticamente y socialmente peligroso. Pero, si alguno sigue ahí, lo analizaremos en otra entrega para explicarlo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

acaso la progresista sería aquella de que el todo es mas que la suma de las partes?

Anónimo dijo...

Maquiavelo, no sólo fue contestado por los liberales. Tambien los “principes” y la “ilustración” le contestaron.

Con prefacio y correcciones de Voltaire, que decía refiriendose a la publicación de “El Principe” traducido por Amelot: “Los lectores no se dejen engañar de este modo. Amelot puede esforzarse cuanto quiera diciendo que su autor ha alabado a los Cordeleros y a los Jacobinos, pero aquí no se trata de monjes, sino de soberanos, a los que el autor quiere enseñar el arte de ser malos, que sin el demasiado sabían ya serlo.”; se publicaba “Antimaquiavelo” de Federico II de Prusia. El mismo del que no hace mucho Ud. nos ponía un parrafo de Kant en el que el filósofo denominaba al siglo XVIII “el siglo de Federico”.

En “Antimaquiavelo” Federico II contestaba al político florentino: “Si malo es seducir la inocencia de un particular, que no influye sino ligeramente en los asuntos del Mundo, tanto mas lo es pervertir a los príncipes que deben gobernar los pueblos, administrar la justicia y dar ejemplo de ella a los súbditos, ser, por su bondad, por su magnanimidad y su misericordia, la imagen viva de la Divinidad, y que deben ser menos reyes por su grandeza y poderío que por sus cualidades personales y por sus virtudes”.

Un Oyente de Federico

chure dijo...

Un placer leerle como siempre. Aunque es una pena que parase en Marx y no invitara a pasar a Weber también.
¿No es posible que teorías sociales de causalidad unidireccional del tipo 'de arriba a abajo' (marxismo) o del tipo 'de abajo a arriba' (liberalismo), sean excesivamente reduccionistas? En el mundo abundan ejemplos de relaciones entre el todo y las partes de carácter bidireccional y que conforman una realimentación característica de los sistemas complejos autoorganizativos.

Enrique P. Mesa García dijo...

D. Anónimo: no en todo es así necesariamente. Es que eso suena a ley del ridículo materialismo Dialéctico y me rechina.
D. Oyente: Kant era un pelota. Aparte, El príncipe se puede leer como un manual o como un análisis.
D. Chure: no sé tanto de Weber como para atreverme a resumirlo así. De todas formas, por ejemplo en lo que aquí se ha hablado de proceso de precarización, estoy de acuerdo con usted siempre que se entienda que lo individual no es un sujeto puro (no sé si me explico).