lunes, mayo 14, 2012

CAPITALISMO Y MALDAD (o ¿por qué estar contra el capitalismo?)/1


Nota: este artículo resume brevemente lo expuesto en este blog sobre el Capitalismo para, en los siguientes, desarrollar la razón por la que estamos contra el capitalismo. Si desearan ampliar lo aquí expuesto, en la columna de la derecha pueden ver las distintas series aquí resumidas.
.
Dar por sentado las respuestas no es filosofía. Por eso, son tan importantes las preguntas que plantean aquello que aparentemente parece claro. Y hay que ser muy inteligente para hacerlas. De hecho, la Filosofía surge de preguntas y la Filosofía Moderna de la más radical de todas: ¿existe la realidad?

Curiosamente, y en cierta medida, la pregunta que pretendemos ahora responder tiene cierta relación con ella,  pues nos preguntamos por la realidad absoluta en que se ha convertido el capitalismo. Y la pregunta es también radical pues nos cuestiona de raíz para que demostremos estar más allá del prejuicio. Se nos pregunta, ¿por qué estamos en contra del capitalismo? ¿Por qué defendemos que el capitalismo es malo?

Expliquemos la pregunta primero. Al plantear dicha pregunta buscamos más que una mera descripción del actual sistema y nos planteamos un juicio de valor: la moralidad o no de dicho sistema.  Y dicha pregunta se hace no de acuerdo a lo que el capitalismo es como caricatura, lo que nos gustaría que fuera para que la respuesta viniera de suyo, sino basándonos en lo que consideramos que es en realidad y ya hemos descrito en este blog. Pero, como nadie está obligado a seguirnos -y a fuerza de aburrir a los que nos leen con cierta regularidad y pidiéndoles disculpas anticipadas por ello- vamos a resumir nuestro análisis del capitalismo -.

Para nosotros el capitalismo reúne las siguientes categorías fundamentales.

Primera, el capitalismo no explota solo en el trabajo sino también en el consumo -nota: ahora por explotación debemos interpretar obtención de beneficio económico y no algo, al menos todavía, con contenido moral pues si no la pregunta se respondería por sí misma-. Así, la vida humana como tal, cada momento de la misma, es producción de beneficio económico en el capitalismo ya trabajando o ya consumiendo. El ser humano está permanentemente produciendo beneficio económico en el nuevo sistema.

Segunda, por esta explotación absoluta,  y para producir el consumo, el capitalismo necesita generar un alto nivel de vida: la explotación solo es posible cuando la persona tiene un superávit económico -ya empírico, ya en crédito- para consumir. Así, entendiendo como hacemos hasta aquí explotación como obtención de beneficio económico, resulta más explotado el ciudadano del primer mundo que el del tercero. El primero genera beneficio económico en cada uno de los momentos de su vida -sí, también en ese, piense en los diversos tipos de papel higiénico, por ejemplo- mientras que al segundo, el habitante del tercer mundo, solo se le explota en la producción del trabajo, si acaso, y por eso su vida tiene escaso valor.  El pobre no rinde cuentas cada minuto de su vida y, por eso, a veces sobra.

La tercera categoría es una consecuencia lógica de lo anterior: la pérdida de importancia del factor trabajo. La producción económica ya no se vincula a la industria, como en el primer capitalismo, sino al consumo. Y con ello se genera la imposibilidad de aplicar análisis tradicionales marxistas para explicar la explotación. Por supuesto, alguien podría decir que los bienes de consumo hay que fabricarlos, y no  le faltaría razón. Pero, tampoco le sobraría porque incluso dicha fabricación carece cada vez más del componente físico, material e incluso humano -pero esto lo analizaremos más detenidamente en otro artículo- que ha caracterizado anteriormente al trabajo.

La cuarta categoría hace referencia a la desaparición, como consecuencia de lo dicho anteriormente, de la explotación de clase como elemento estructural del sistema. La explotación del capitalismo es universal allá donde se instala porque explota cualitativamente por igual a todos: la muerte ya no es la gran igualadora -y nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el sistema: es el fin de lo poético-. No existe ahora una clase social que viva de otra y tampoco se puede identificar a la oligarquía económica y al capitalismo sin más. Por supuesto, la oligarquía sigue intentando sacar el mayor beneficio económico desde su posición social de privilegio, pero no se puede decir que la base del sistema sea la explotación de una clase por otra.

La quinta categoría es, otra vez, consecuencia de las anteriores. Al no existir una explotación de clases, la ideología -entendida en su sentido marxista como el conjunto de ideas que protegen al sistema vigente- varía radicalmente de forma. Si hasta ahora nos encontrábamos con una ideología concreta en su contenido, por ejemplo la religión o la patria, ahora se genera una ideología formal. Por esta, entendemos una ideología sin un contenido concreto. Efectivamente, la actual ideología es la propia idea del yo y con ella lo que hemos denominado como alienación negativa. Esta, frente a la alienación clásica, no busca difuminar al sujeto en la realidad del sistema sino presentarle la sociedad y ese mismo sistema como algo ajeno a él mismo y a su propia individualidad. Así, la vida propia es presentada como lo auténticamente real  y a lo que todo remite. De esta forma, el resultado de la alienación negativa es la glorificación del yo sobre lo social que se percibe como falso -nota: no tenemos tiempo de exponerlo ahora, pero no conviene confundir esto con el individualismo-. Por todo lo anterior,  la ideología deja de ser un conjunto de ideas concretas para convertirse en una forma de ser y vivir. Se vive ideológicamente.

Resumamos. El capitalismo actual es un sistema autónomo e independiente a sus integrantes, con entidad en sí mismo, cuya actividad es la explotación  de la vida humana en cuanto tal y que tiene  como consecuencia el ascenso del nivel de vida hasta límites nunca vistos.

Por ello, ante esta realidad del sistema capitalista anteriormente descrita, cabe la pregunta sobre su maldad o no. O diciéndolo distinto de nuevo: ¿no valdría con reformar ciertos aspectos? Y la pregunta debe responderse. Pero otro día.

2 comentarios:

Ibarra dijo...

Me tiene en vilo. Sería usted un gran guionista de series de la tele.

Por cierto, lo que dijo en el otro artículo del organicismo me tiene intrigado, sea o no pedante. El caso es que cada vez que habla de las superestructuras sociales como entes autónomos me da por pensar en el ejemplo de las células. ¿Por qué no es lo mismo?

A veces hablando de ello con la gente termino defendiendo casi con convicción que la máquina capitalista de alguna forma siente y padece como nosotros. ¿Ha visto alguno de esos clásicos vídeos de ciudades a cámara rápida? ¿Esas carreteras encendidas, incesantes, como un palpitante sistema circulatorio? La idea es seductora.
Pero bueno, tienen razón, vamos a intentar evitar las ramificaciones, que el tema da para escribir un par de libros yo creo.
Y a este paso no le dejamos publicar el programa político de izquierdas. Que falta nos hace.
Un cordial saludo

Anónimo dijo...

Lo contradictorio e intrínseco del Capitalismo, es que en la dialéctica financiera y apricionante, erige individuos vacíos, en el sentido que les impone consumir a gran escala, igualando sus particularidades individuales con la de todos los ciudadanos. Generalizando un ser humano a todos, reduciendo su singularidad a las necesidades del mercado, obligando a descender sus deseos superiores a unos que se reducen al simple hecho de comprar más y más; y sólo lo que se ofrece (ni siquiera en ello es creativo, debe amoldarse a lo que le ofrezcan como "gran producto"). Por otro lado, lo hace sentir un"ser competente" en el mercado, pudiendo competir con otros consumidores, construyendo a su vez toda clase de mandatos individualistas; en donde los temas "seguridad y desconfianza" toman un peso prevalente.