lunes, junio 27, 2011

MATEO 22, 21 (le pago la visita al papa)

Nota: CCOO ha hecho una declaración para los distintos claustros de profesores que está bastante bien y se puede descargar aquí. Yo pienso presentarla en el claustro de mi instituto.

Dad al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios
Mateo 22, 21

Al parecer, durante el mes de agosto el papa –sin acento- viene a España a unas jornadas de la juventud, o algo así. Imagino que hablará de los terribles males del mundo moderno desde que abandonamos a su dios, antes esto era un fiesta, e intentará hacer dos o tres transubstantaciones. Hata aquí es una empresa privada y está en su perfecto derecho de mandar de gira a su estrella principal. Por mí, como si reza por la salvación eterna de mi alma. El problema es otro. Porque resulta que en estas bonitas jornadas de la juventud -ya saben: un montón de perroflautas con guitarrita cantando al amor y la solidaridad- los autodenominados peregrinos -que siempre suena más místico, y con ello más falso, que turistas- van a ser acogidos en distintos institutos públicos de forma totalmente gratuita. Es decir, la comunidad de Madrid, presidida por esa falsa liberal que es Esperanza Aguirre, ha puesto a disposición de una empresa privada, la iglesia católica, las infraestructuras públicas que se mantienen con los impuestos de los ciudadanos. O sea, el intento de transubstantación, en el cual yo no tengo ningún interés y encima no creo que le salga, lo voy a pagar me guste o no.

Pero no se trata aquí, sin embargo, de que lo pague o no sino de algo más importante: la neutralidad del estado frente a las distintas opciones ideológicas que un ciudadano pueda tener. Cuando el papa viene a Madrid en agosto no viene en condición de intelectual y a expresar sus conocimientos –equivocados o no- sobre un tema sino como pastor de rebaño: a, nunca mejor dicho, pontificar en un determinado sentido. Tiene derecho a hacerlo porque hay libertad de expresión, sin duda, pero el estado, ni aún el autonómico de Aguirre, tiene derecho a financiárselo porque si no tendría que financiar a mususlmanes, hinduistas o pastafaris –no, no hay errata- o también, la semana de la juventud atea. O la de los partidarios de los tríos sexuales. Porque para el estado cualquier ideología, incluyendo las absurdas y supersticiosas, deben merecer el respeto y la tolerancia. Y por eso, porque o todas o ninguna, y para que nuestros impuestos no se gasten en estas cosas, lo mejor es que ninguna propagación dogmática de creencias sea financiada por el estado. Ni tan siquiera el encuentro por la laicidad del estado.

El problema de las creencias es extraño. No consideramos, desde luego, que todas las creencias tengan el mismo valor –curiosamente, por ejemplo, opinamos que de todas las religiones la que tiene mayor valor intelectual es la cristiana, aunque eso tampoco le de un valor en la actualidad realmente muy alto- pero sí creemos que todas las creencias deben ser respetadas, deben poderse discutir y no deben financiarse por el estado como tales creencias. Para entendernos: mi instituto podrá invitar a Ratzinger a dar una charla sobre cristianismo, y desde aquí le invito sin ironía a que se ponga en contacto conmigo y encantado estaría de que viniera, pero no podrá prestar sus instalaciones para que venga como jefe de una confesión. Ni a él ni a nadie. Y no porque las creencias no deban estar en la discusión pública sino precisamente por lo contrario. El único lugar público financiado en el cual las creencias pueden estar es en la discusión intelectual, para su exposición y crítica, sobre las mismas pero no como proselitismo. Es decir, las distintas creencias podrán ser explicadas como tales a través de la financiación pública –por ejemplo, en el sistema educativo- pero nunca en su sentido dogmático anticipándoles el carácter de verdad y buscando la conformidad de los fieles y la conversión de los infieles.

Al morir Labordeta, principio de curso, ocurrió un hecho curioso en mi instituto. Una profesora propuso que al día siguiente bajáramos con los alumnos a las doce al patio y cantáramos todos juntos el Canto a la libertad. Recuerdo que me negué porque, aduje, la escuela pública implica no adoctrinar ni señalar que unas ideas son mejores que otras: sonaba demasiado a colegio de curas. Meses después, al finalizar casi el curso, retiré de la corchera de un aula una bandera republicana y explique que los alumnos venían a que los profesores les dijéramos no qué debían pensar sino que debían pensar. Tampoco ahora quiero que con mis impuestos el papa –sin acento- diga, aunque sea, misa.


jueves, junio 23, 2011

miércoles, junio 22, 2011

VIDA INTERIOR/78: LOS BUENOS ALUMNOS

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará. Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz.


Pensar que todos los alumnos son buenos es idiota
Pensar que todos los alumnos que sacan excelentes notas son buenos alumnos es erróneo.
Pensar que hay buenos alumnos a los que da gusto dar clase es verdad.
Ellos eran de esta última opción. Así que en estos casos solo se dice una cosa: Ha sido un placer.


domingo, junio 19, 2011

DEFENDER LO PÚBLICO (¿o no?)/y 2

En el artículo anterior analizábamos los argumentos de la derecha en contra no tanto de los sevicios públicos entendidos como universales y financiados por impuestos sino de su carácter público, es decir, desarrollados por la administración pública. En esta segunda parte, y última afortunadamente para ustedes, vamos a hacer algo doble: por un lado, realizar una crítica al servicio público porque, resulta evidente creemos, no realiza su objetivo; por otro, sin embargo, defender su carácter público. Es decir, y precisamente, defender que sea el estado el que lo ejecute.

1.- ¿Cumple lo público con un buen servicio? La gente cuando busca un servicio busca lo mejor para ella misma. Sin embargo, a igualdad de elección la gente, como se ve en la enseñanza concertada por ejemplo, elige la gestión privada. Pero, curiosamente, igual hacen los funcionarios cuando, a través de MUFACE, su mutualidad médica, escogen por mayoría abrumadora las sociedades privadas frente a la seguridad social. Por ello, lo que no se puede mantener como argumento general es que la gente es idiota y no sabe elegir al escoger lo privado. Antes bien, hay que saber por qué la gente escoge lo privado para poder conocer qué defectos tiene lo público. Porque de lo que no cabe duda, al menos para nosotros, es que lo público ha acabado siendo ineficaz, oneroso y pésimamente gestionado.

2.- Un primer problema es la funcionarización de la administración pública y su realidad última de casta laboral. Efectivamente, el funcionariado, como ente social, ha llegado a tener como última función la de mantener sus condiciones de privilegio laboral y extenderlas a toda su labor. Así, el servicio público prestado acaba convirtiéndose en subsidiario a esta acción y lo fundamental es la salvaguarda de los intereses de los funcionarios. Por supuesto esto no quiere decir que todos y cada uno de los funcionarios sean unos golfos sino que el propio sistema de gestión, y no necesariamente el hecho de ser funcionarios, acaba generando una dinámica de absoluta falta de compromiso con el trabajo. Y esto por dos razones: la primera, porque da igual trabajar bien, mal o regular más allá de la propia conciencia; y, la segunda, por la propia estructura administrativa que dirige todo. Así, lo que comenzó siendo un medio, que los trabajadores del sector público fueran seleccionados por mérito y tuvieran condiciones de independencia frente al gobierno de turno, ha acabado siendo el fin mismo del sistema. Son los intereses privados del funcionariado los que rigen en gran parte lo público. Pero a esto se añade algo más. Con un puesto laboral tomado a título vitalicio, lo que no tiene que ver con que el buen trabajador tenga su puesto asegurado, el usuario no es más que un estorbo para esas condicones de privilegio y no una fuente de mantenimiento de las condiciones laborales: el usuario, así, sobra. Y eso, por ejemplo, lo sabe cualquiera que haya visto como se hacen los horarios en la escuela pública o haya tenido que ver una mesa atendida y al fondo cuatro funcionarios charlando.

3.- Y a este título de usuario sobrante se añade el hecho de la clientela cautiva. Los servicios públicos han vivido en su inmesa mayoría de una clientela sin posibilidad de elección. Así, el servicio público adquiría conciencia de todopoderoso: era estar con él o con nada. Sobre esta base, se erigió una estructura que tenía más de asistencial y caritativa que de servicio público amparado en un derecho de ciudadanía. Esta conciencia y esta idea generó, a su vez, una estructura administrativa absolutamente arcaica cercana a la religiosa: la vocación frente a la profesionalización.

4.- Y así, la administración pública pronto comprendió algo interesante: garantizar la situación de privilegio, el medio, se había convertido en el fin. La administración podía hacer lo que quisiera con el servicio público siempre y cuando no tocara ese privilegio. Era entonces, y solo entonces, cuando podía tener problemas. De esta forma, los distintos partidos tomaron la administración como botín, especialmente en el ámbito autonómico, y ejecutaron un sistema por el cual el funcionariado, curiosamente, era cada vez menos numeroso y sin embargo era mayor el interinaje, que tiene que pasar una oposición, y el personal laboral, que podía incluir a los contratados a dedo. Así, de pronto la función pública reproducía el mercado laboral y su diferencia entre fijos y temporales. Nadie se quejaba. La administración pública vuelve al privilegio del gobernante.

5.- Igualmente la administración comprendió algo más. Se podía ir dejando morir por falta de financión o por leyes absurdas, como las educativas, el servicio público mientras no se tocaran los intereses de la casta: esta no respondería. Pero incluso la inercia llegó a tal punto que cuando el presidente del gobierno que negaba la crisis decidió que los 400 euros que regalaba justo antes de la elecciones los íbamos a pagar los funcionarios al rebajarnos el sueldo estos ya ni se inmutaron. La barriga crecida impedía levantarse ahora, menos aún se levantaría por los derechos de los ciudadanos ante unos servicos públicos abandonados.

6.-¿Y los sindicatos? Sabiendo que su afiliación era fundamentalmente la de las administraciones públicas, los sindicatos han funcionado aquí en un doble sentido: primero, como garantía de la casta –y no de la defensa de los servicios públicos- para mantener su clientela; segundo, como apoyo a aquellos partidos que mejor le venían para su propio interés. Así, el sindicato tomaba la función pública como política interior y a utilizaba para satisfacer sus propios intereses.

7.- De esta forma, el servicio público está secuestrado por la casta funcionarial, los sindicatos y la propia administración pública, cada uno buscando su interés. Lejos queda el interés del ciudadano.

8.- Pero entonces, ¿no habría que privatizarlos, al menos en su gestión como clama la derecha? No, porque la finalidad última de esa idea tampoco es mejorar el servicio sino satisfacer políticamente a los nuevos clientes que son las empresas involucradas en los sectores específicos. Así, la derecha lo único que pretende es generar una clientela cautiva del sector empresarial que la apoye.

9.- ¿Y?

10.- Un servicio es público cuando entiende que los ciudadanos son usuarios con derecho a la mejor prestación posible y la finalidad última de la administración es servir a ese derecho. Por ello, reformar el servico público es una imperiosa necesidad de las políticas que pretenden ser realmente progresistas porque los servicios públicos son la clave de las condiciones de posibilidad -por educación, sanidad, seguridad y administración- de un país.

y 11 (Como Marx y los equipos de fútbol).- Por ello, defender lo público es defender su transformación no para que deje de ser público sino para que llegue a serlo.


domingo, junio 12, 2011

BILDU Y LA MEMORIA HISTÓRICA/1



El concejal del PP D. Carlos García quiere votar aquello por lo que sus votantes le han elegido en Elorrio, un pueblo de Vizcaya. Los de Bildu, antiguos amigos de los etarras y ahora por razones estratégicas -de esto más pronto- separados un poquito de ellos, le increpan, coaccionan y abuchean para que no lo haga. Luego, los nuevos demócratas se niegan a condenar nada: hemos vuelto a la normalidad vasca.
Ya no hace falta allí la memoria histórica: es, otra vez, el presente.

jueves, junio 09, 2011

VIDA INTERIOR/77: SER (pero que muy) DE IZQUIERDAS

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará. Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz.

¿Está harto de que sus conocidos no le crean de izquierdas?
¿Le echan en cara que no diga todos y todas?
¿Le miran mal porque lleva corbata?
¿Le hacen a un lado porque sigue sin hablar de la ofensiva neoliberal?
Encima, ¿no les da la razón y asiente?

No se preocupe. Sus problemas están resueltos.


Ponga una camiseta en su vida.
Y siéntase, por fin, de izquierdas.


martes, junio 07, 2011

EL NUEVO CAPITALISMO/3

Nota: este artículo resume en partes fundamentales dos series ya publicadas aquí: Capitalismo y explotación y Capitalismo y clases sociales. En la columna derecha de este blog el lector podrá ampliar, silo desea, los argumentos aquí esgrimidos pinchando sobre el correspondiente vínculo dentro de la sección Lo básico.

Decíamos ayer –obsérvese la cita culta- y antes de ayer que la diferencia fundamental entre el capitalismo anterior y el nuevo era la mercancía como elemento económico esencial. Efectivamente, señalábamos, los seres humanos hasta ahora habían sido explotados como fuerza de trabajo, sin embargo, en el nuevo capitalismo, la explotación no se daba como tal sino como una realidad nueva: los seres humanos habían pasado a ser mercancías. Así, la explotación había llegado a ser universal, en cuanto a que se explotaba la propia vida y no una faceta concreta de ella, y por tanto no se refería tan solo al campo de la producción como había sido lo tradicional. Es decir, no es que ahora haya menos explotación sino que, cualitativa y cuantitativamente, hay mucha más. Por ello, esta explotación, como nueva que es, presenta una serie de consecuencias que notablemente la diferencian de la anterior. Y no solo de la del capitalismo anterior sino, también, de la de cualquier otro sistema de explotación. Por eso, el presente artículo pretende mostrar aquellas diferencias esenciales entre lo que origina socialmente esta nueva explotación y cualquier otra. Y lo hará en el resultado social que el nuevo capitalismo tiene necesariamente, obsérvese la palabra, sobre la existencia humana.

1.- Nivel de vida
El nuevo capitalismo implica, como ya hemos señalado varias veces, no solo la mejora del nivel de vida económico de los individuos, sino la necesidad económica de dicha mejora para la explotación. Esto se debe a que al extenderse la explotación a la vida misma surge el consumo como producción de capital, es decir: como beneficio económico, y para que tal haya debe haber un superávit económico más allá de la subsistencia. Así, la consecuencia inmediata es la renta alta de los individuos, más alta que la mera subsistencia necesaria para mantener la fuerza de trabajo como era la única necesidad de sistemas anteriores. Esta renta alta, en realidad, es la condición de explotación pues se deriva a la propia producción capitalista a través del consumo. Así, la explotación va más allá del trabajo y pasa a ser de la vida.

Pero, ¿entonces por qué hay pobreza? ¿No sería la consecuencia lógica de todo esto su desaparición mundial? Hay pobreza porque sencillamente donde hay pobreza no hay explotación directa de los individuos. Precisamente en los lugares donde cunde la pobreza la causa no es la presencia del malvado capitalismo sino su ausencia. Al no ser explotados no existen y por tanto no participan de la realidad económica y mueren de hambre. Pero lo importante aquí es como la no explotación implica la pobreza y, como consecuencia, el alto nivel de vida implica la explotación. O dicho de otro modo: los que mueren de hambre no están explotados y nosotros, los habitantes del mundo rico occidental, sí. No se trata, por tanto, de una suerte para los habitantes de esas zonas sino de una desgracia el hecho de no ser explotados. Por eso, el desarrollo capitalista implica, a su vez, la desaparición en la mayoría de la población de la pobreza en los países donde se impone –lo que no implica necesariamente la igualdad económica de la población pues la desigualdad puede aumentar- como se ve en países emergentes como China. Y con esa reducción de la pobreza, el aumento de la explotación.

2.- Explotación de clase
A su vez, el nuevo capitalismo implica la desaparición de la explotación de una clase social sobre otras. Efectivamente, para la explotación de clase eran necesarias dos condiciones: la primera, y fundamental, que el hecho básico económico fuera la fuerza de trabajo y la producción económica, en su sentido más sencillo; la segunda, y ligada a la anterior, que se generará una clase ociosa que necesitara a otra para mantenerla. Esto ha desaparecido en el nuevo capitalismo por partida doble. En primer lugar porque, como ya hemos señalado, la fuerza de trabajo ya no es el factor fundamental de la nueva economía y por lo tanto todos los sectores sociales, y esto se ve muy bien como ejemplo con la infancia, son ahora productivos a través del consumo. Efectivamente, la nueva sociedad ha generado que todo sector social sea productivo alejando, por tanto, el hecho de que uno viva de otro pues no es la fuerza de trabajo el factor económico determinante. Así, ya no hay una clase ociosa y dirigente que viva del trabajo de otros pues ella misma produce beneficio capitalista.

Sin embargo, esto no quiere decir, por supuesto, que no haya sectores sociales privilegiados, oligarquías, que busquen defender sus privilegios que implican, lógicamente, injusticias en otros sectores sociales. Por ejemplo, hoy en día hay que entender así las peticiones empresariales de empeorar las condiciones de trabajo y despido y hay que oponerse a ellas, pero no como lucha de clases, al menos en sentido marxista clásico, dejándose de palabras rimbombantes. Los sectores sociales privilegiados pretenden mantener su privilegio sobre otros sectores, pero es un tema circunstancial y no esencial del nuevo capitalismo aunque ello nos lleve a la necesidad de la lucha por los derechos sociales. El nuevo capitalismo podría vivir perfectamente en una igualdad absoluta porque su explotación no precisa necesariamente de la desigualdad social, cosa que sí ha precisado cualquier sistema basado en la fuerza de trabajo, sino de la mera existencia individual como mercancía.

3.- Ideología como dominio social
A veces pasa: al escribir surgen nuevas ideas. Como he señalado en la nota del principio este artículo era una especie de resumen de las series dedicadas al capitalismo actual. Sin embargo, al hablar de esto surgen nuevos temas que no cabe dejar de lado. El lector, si sigue ahí, se habrá dado cuenta del esquema marxista de esta exposición: en una primera parte la estructura económica de la explotación; en el segundo punto, la depauperación para negarla; en el tercero la, también, negación a la explotación de clase. Por eso era justo, y lo que es más y como decía la vieja frase eucarística, era necesario tratar otro punto básico en la vieja, y ejemplar, teoría de Marx como era la ideología –entendida como falsa conciencia.- Sin embargo, aquí nos encontramos con un problema pues deberíamos, no tenemos nada a lo que acudir, extendernos sobre el tema. Por ello, consideramos que, al igual que hicimos con los puntos anteriores, debemos primero extendernos este punto en concreto. Ya saben, va otro rollo, próximamente, sobre Capitalismo e Ideología.

jueves, junio 02, 2011

MIS ALUMNOS ME CRITICAN (y van 6)

Una vez más, y ya van seis, mis alumnos me critican. Tienen derecho como usuarios de un servicio público a ejercer tal actitud. Y lo hacen a través de los blogs que se han abierto para poder expresar su opinión cuando les pido escribir un artículo y cuando, lo que es más importante, no. Por ello, si quieren leerles entran ustedes en La lechuza de Minerva y está en la sección blogs. Saber lo que piensan, y no solo de esta forma, es fundamental.

miércoles, junio 01, 2011

INDIGNADOS, SENTIMIENTO Y RACIONALIDAD

El otro día en esa clase de ética que ha quedado reducida a una hora semanal explicaba yo a Kant. Y salió un tema, por ello, muy kantiano: quién es mejor persona, si aquél que hace el bien llevado por los sentimientos más nobles de amor a la humanidad –les dije que eso se llamaba filantropía- o aquél otro que lo hace solo por deber, algo que surge de la fría razón, y además, como les contaba dice Kant en un texto, desprecia a la humanidad y se desprecia a sí mismo.

Se está poniendo peligrosamente de moda estar indignado. De hecho, últimamente, gente que nunca se había interesado por la política está indignada. A veces, incluso se indignan con aquellos que siempre nos habíamos ocupado de ella y nos acusan de no colaborar socialmente: somos malos. Es más, se ha llegado a aceptar sin discusión que la indignación es un sentimiento moralmente bueno e incluso quien no se muestra indignado es algo así como un malvado individuo ajeno a este hermoso movimiento solidario –otra palabreja de moda en la izquierda-.

Sin duda alguna, la indignación es un sentimiento. Pero, también sin duda alguna, ser un sentimiento no dice nada positivo sobre algo: los nazis estaban indignados con los judíos. Pero también es verdad que un sentimiento no dice nada negativo sobre quien lo tiene: cuando los americanos indignados descubrieron los primeros campos de exterminio hicieron que los ciudadanos alemanes de los pueblos limítrofes los limpiaran de cadáveres y estuvo bien hecho. Así, los sentimientos no son ni buenos ni malos en sí mismos sino de acuerdo a su causa. Y que la causa sea buena o mala no la decide la indignación, lo que sería una tautología, sino la razón. Es más, tenemos sentimientos -frente a los animales que solo pueden, algunos, tener emociones- por nuestra racionalidad. Empecemos por tanto a dejarnos de poesías baratas espirituales y vayamos a las caras, aquellas producidas por la corteza cerebral.

La autoproclamada izquierda está comenzado a desarrollar un discurso desde la indignación y el sentimiento: todo muy adolescente. Tomó fuerza con un intelectualmente ínfimo panfleto pero sabiamente publicitado y ha seguido, por ejemplo, con un librito que se llama Reacciona y que curiosamente no se pude descargar gratis de internet –todo, incluso la nobleza del espíritu, tiene un precio-. Eso podría estar bien para empezar, pero la indignación tiene también algo falso cuando no algo inmoral. Y no está mal descubrirlo y sospechar de ello.

Empecemos sospechando por un principio, eso siempre es útil. Lo primero que cabe precisar es por qué la sacrosanta indignación de la juventud ha surgido ahora y no hace, por ejemplo, un mes, seis, un año, dos, cinco o diez. Es decir, qué elementos han cambiado para que haya un estallido, por cierto tan justificado. ¿Cuál es la diferencia?

Segundo, observaremos que las revueltas se limitan geográficamente bastante y se reducen básicamente a España, el mundo árabe es otro tema distinto, y en todo caso a Grecia. Es decir, dos países donde la crisis ha afectado más profundamente al nivel de vida que en el resto.

La tercera nota, basada en las otras dos, es cuál es la causa de la indignación. La indignación comenzó como un movimiento que expresaba fundamentalmente el malestar ante la nula conexión democrática entre representantes y representados: su objetivo era político. Ya hemos señalado aquí que tenían razón y esto no era una queja circunscrita a jóvenes o viejos sino real y palpable: el sistema electoral español y las leyes que rigen la representatividad son actualmente un puro sinsentido que solo busca mantener a la oligarquía partidista. Sin embargo, a esta justa queja se ha ido añadiendo otra capital: ¡la juventud protesta por su futuro!, nos dicen. Y el ejemplo paradigmático que se señala siempre es que alguien con una carrera universitaria, dos idiomas y un master gana 800 euros. Protesta, y esto no es ironía, con razón.

Sí, protesta con razón. Pero, ¿qué protesta? Cuando uno protesta en política puede protestar por cosas específicas o por la totalidad: por ciertas circunstancias de la vida o contra la vida misma. Cuando uno protesta porque su preparación epistémica –podía haber puestos "estudios" pero hubiera perdido profundidad filosófica, ya saben- no se corresponden con su salario no protesta contra el sistema sino contra un hecho concreto: la relación mercantil entre conocimiento, al menos el estipulado en un título, y paga. Es decir, protesta porque en el mercado su conocimiento no se vende como él cree que debería. O sea, protesta como fuerza de trabajo no bien pagada. Pero al hacerlo protesta como algo más. Porque protesta por la consecuencia de que dicho mal pago le impide desarrollar una vida digna, es decir: tiene poca presencia en el mercado, dentro del sistema. Protesta, en definitiva, como mercancía desaprovechada. Así, en el interior de la protesta indignada está la indignación de la mercancía y con ella la pura asimilación.

Pero que nadie crea que aquí va una crítica personal como si uno mismo fuera puro. Ser puro es ser falso. Lejos de eso, va una comprensión y un apoyo personal y político. Cada día me levanto para vender mis conocimientos de filosofía como mercancía que soy. Y espero conseguir por ello el mejor precio. Les comprendo y les apoyo porque la lucha por los derechos sociales, es decir: las mejores condiciones de las mercancías, es algo necesario. Todos somos mercancías , usted también, y debemos luchar por ser tales en ciertas condiciones.

No hay un ápice de ironía en esto. Los indignados tienen razón como mercancías, pero no como revolución. Por ello, no se puede hablar de protestas radicales. Empleamos dicha palabra no refiriéndonos al pijo con pañuelo palestino que quema contenedores y grita consignas elementales sino cuando la oposición se da frente a aspectos esenciales de un sistema. Las protestas del 15M no lo hacen, son protestas reformistas y hacen bien en serlo. Lo volvemos a repetir: la lucha por los derechos sociales es absolutamente necesaria. Y una mejora socioeconómica y política haría un gran bien a este país. Y esa lucha se da también desde la indignación que produce la situación propia, pues es una lucha de un sano egoísmo: la idea de “yo quiero vivir mejor” implica la consecuencia de que nosotros queremos vivir mejor. Ahí, sí tiene cabida el sentimiento.

Sin embargo, el rechazo radical, desde su raíz, del capitalismo no es asunto sentimental. Curiosamente, el capitalismo es el sistema que mejor ha sabido armonizar la individualidad y el yo con las necesidades productivas a través de la mercancía. El capitalismo moderno es un canto al yo y a la vida porque en él el individuo, como en el viejo sueño nietzscheano -otra muestra de profundidad filosófica-, se libera del compromiso de crear la realidad para ensimismarse en su propia vivencia, ahora a través del consumo: el capitalismo es cada instante vivido como la plenitud y no como proyecto. En verdad, algo de esto saben el Corte Inglés y la poesía moderna. Así, el sentimiento que no puede liberarse de ese mismo yo, so pena de caer en la repugnante mística pues el yo es el fundamento de lo emotivo, no puede ir contra el capitalismo porque no puede librarse de su deseo de vivir. El capitalismo es demasiado complejo intelectualmente para ser criticado por el anhelo de existencia concreta que es el sentimiento. Curiosamente, sin embargo, la negación del capitalismo ya solo puede venir de un residuo del pasado intelectual como fue la idea de sujeto moderno y su anhelo no de vida sino de racionalidad: frente al individuo romántico que anhelaba vivir su vida el sujeto moderno anhelaba crear mundo objetivo. Solo en esa creación racional del mundo, y no de la vida propia, está el rechazo radical del capitalismo: solo en ese extremo de racionalidad.

Volvemos a clase. Un día vino un alumno a hablar conmigo. Se quejaba de todo, incluso de que en mis clases se hacía lo que yo decía –eso le sirvió para tildarme de fascista-. Me dijo que él se quejaba tanto porque, palabras textuales, no soportaba la injusticia. Y yo, que ya estoy amargado sin duda, le conteste que su vida iba a ser terrible porque cada día morían de hambre en el mundo 13. 000 niños. Y añadí: por cierto, nunca te oí quejarte de eso. Pero sin duda, ese alumno era un romántico. Sin duda, ese alumno estaba indignado.