lunes, septiembre 29, 2008

VIDA INTERIOR/11: CASI EN LAS ESTRELLAS

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará.Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz.


Escena final de Space cowboys, de Clint Eastwood


Los grandes poetas buscan dejar su nombre en la eternidad.
Mi nombre y el de Ethan Edwards, mi perro, ya están en Marte, a bordo de la nave Phoenix.
Ahora navegarán alrededor de la tierra, a bordo de la Glory.
Somos algo más vulgares.
Somos algo más fugaces.

jueves, septiembre 25, 2008

WALL-E Y EL ANHELO DE LO HUMANO

PIXAR, la productora estadounidense de dibujos animados, es, sin duda, el movimiento de estética cinematográfica más importante de los últimos años. La lista de sus películas -todas buenas, varias extraodinarias y alguna obra maestra- demuestran no solo un impresionante dominio técnico de lenguaje cinematográfico y en concreto de la animación, que es fundamental para la elaboración de sus obras, sino tambien, y mucho más importante, un extraordinario y ejemplar trabajo de directores y guionistas. Así, PIXAR retoma la idea de producción como algo unitario, una productora con unidad de estilo, y por ello se puede percibir que a todas sus obras hay algo que las une. Ahora Wall-e, su último estreno, pertenece a la categoría de obra maestra.

El anhelo de lo humano -entendiendo esto como el deseo de realización de un mundo justo y bueno para todas las personas donde poder desarrollar la vida emancipada y autónoma: el discurso ilustrado y moderno- como promesa que debería cumplirse –en el caso de Wall-e como promesa de amor al principio y construcción de un mundo nuevo después- es una constante en el cine de PIXAR. Así, en Toy Story se representa con la promesa de un posible cariño compartido, en Bichos la de un mundo sin abusos, en Monstruos SA, película con una de las escenas finales más hermosas que uno recuerda, la de la amistad entre el monstruo de armario y la niña que le confunde con un gatito y en Toy Story 2, seguramente uno de los filmes que mejor han expresado la muerte y obra maestra absoluta, la del recuerdo tras la muerte. Y este anhelo vuelve a repetirse en Wall-e de una forma ahora nueva: bajo la idea de los restos del naufragio.

La tarea inicial en la cual está embarcado Wall-e, un robot de prensado de basura en un futuro cercano, es inmensa y ya convertida en absurda: limpiar un planeta tierra convertido en un inmenso vertedero y de donde ha desaparecido la vida. Wall-e acude así cada mañana con su batería solar recargada a su misión y vuelve de noche a su refugio para guarecerse. Y allí convive con una cucaracha, último exponente de la vida sobre la tierra. Pero hay algo más: Wall-e guarda celosamente, y sin comprenderlos, objetos abandonados que encuentra entre la basura de lo que una vez fue la civilización: una bombilla, un sujetador, una joyero sin anillo, una planta -que jugará un papel fundamental en la historia-…, y entre ellos, su tesoro, la vieja cinta de vídeo de un musical que el robot contempla emocionado cada noche mientras sueña con cumplir sus escenas: escenas de convivencia feliz con otros semejantes, escenas de amor. Se trata, así, de su promesa de felicidad, ¿se dará alguna vez?, pero al tiempo de su realidad de desesperanza: Wall-e es el último superviviente. Y será también en esa cinta de vídeo vieja donde escuchemos por primera vez en la película la voz humana: otra promesa de lo que debería cumplirse y otra desesperanza de lo que no se da. Wall-e, con sus restos del naufragio y su ilusión de felicidad y amor, anhela lo humano.

Y es la idea de restos de naufragio esencial en esta película: la presencia sentimental de algo que una vez estuvo ahí como posible -la idea de civilización, de un estadio superior a lo que hay y que aquí se representa con esas escenas del musical- y que se ha perdido. Pero, a su vez, lejos de pedantear con diálogos pseudoprofundos y tediosas situaciones, que ya solo reflejan la autosatisfacción del público entendido convertido en élite y el guiño cómplice del director enterado, en Wall-e todo se resuelve con secuencias que en su aparente simplicidad señalan lo humano como objetivo. Así, esta idea de un pasado que reclama su cumplimiento se certifica tanto en la forma en que Eva, el femenino robot del que Wall-e se enamora, descubre su amor hacia el protagonista al rescatar de su memoria base los momentos pasados con él cuando ella estaba en standby, como en la manera en que el capitán de la nave va aprendiendo qué era la tierra, enlazando una palabra con otra en la búsqueda de la memoria de su ordenador, para luego tomar la decisión de volver. De esta forma, desde que apenas haya diálogos pero que sin embargo todo lo humano se pueda decir al repetir sus nombres Wall-e y Eva, hasta que el máximo deseo de Wall-e sea coger la mano de su amada -en estos tiempos en que no hay película sin sudorosa copulación gratuita- o que quienes ayuden al robot sean los androides deshauciados de la nave y condenados a desaparecer por no ser ya útiles, Wall -e va adquiriendo esa capacidad de provocar la máxima ternura y al tiempo la más absoluta de las tristezas: tan alejada y al tiempo tan cercana, en cuanto a promesa de una cultura, de nuestra realidad. La película se presenta, de esta forma, como una obra que juega con la tensión establecida entre una esperanza, el anhelo de amor del robot y el deseo final de los humanos de volver a la tierra para hacerla habitable, y una realidad que se enfrenta: un mundo real lleno de basura. Así, la película lejos de ser solamente una crítica ecológica, para lo cual siempre es mejor un discurso conceptual con razonamientos guiados por la causa y el efecto, trasciende ese concreto elemento, que también está presente, y va más allá en su comparación yt enfrentamiento con aquello que está fuera de la sala de proyección. Pues el mundo real, lejos de ser el lugar donde el anhelo humano de Wall-e se cumpliría, es el sitio para las peores pesadillas. Y así, en esa tensión entre el anhelo de humanidad y la realidad objetiva, Wall-e se dibuja como obra de arte.

El cine es un arte. Como tal, su discurso no es conceptual y su componente crítico no puede ser igual que el del discurso filosófico. Los discursos con argumentación racional se dan en libros de filosofías, las emociones verdaderas, pues hay verdad o falsedad en las emociones, en las películas transformadas en obra de arte. De hecho, todas las películas que han intentado coneeptualizarse acaban siendo o bien plomíferas o bien un ejercicio de pedanteria –como, por otra parte, le ha pasado en demasiadas ocasiones al arte moderno-. Nos guste o no, el arte juega con la emoción y por eso su verdad no se expresa de la misma manera que en el discurso filosófico. Pero al tiempo, esa emoción no está nunca exenta de un contenido de verdad y se transforma por ello en objetivamente verdadera u objetivamente falsa. En Wall-e se da, a través de sus imágenes, esa sensación de estar viendo una obra maestra del arte. Y esa sensación, como en el auténtico arte, no produce la mera satisfacción de un gozo estético que nos haga salir reconfortados del cine sino la confrontación con un mundo real que está lejos de ser tan sublime como las propias obras de arte que es capaz de producir. La ilusión que está en Wall-e, y que mueve las aventuras de ese robot, se convierte así en tristeza absoluta. Se marca la irremediable presencia de una promesa de felicidad que sin embargo deviene en triste: el mundo real, aquel que está fuera de la sala, mantiene impolutos sus bloques de basura pero, al tiempo, en él pervive como recuerdo, como aquella vieja cinta de vídeo que el robot ve cada noche y que constituye su sueño, la idea de que el mundo podría haber sido más humano: una esperanza compartida por Wall-e mientras su mano anhela ser cogida por alguien más.

lunes, septiembre 22, 2008

HELIOS GUEVARA CASTRO: EN EL FESTIVAL DE SAN SEBASTIAN

¿Quién es Helios Guevara Castro? Pues un ejemplar único, inclasificable tal vez, de la nueva y autoproclamada izquierda. Superador de Marx y de todas las corrientes etnocentristas, incluyendo la Ilustración, Helios Guevara preconiza el nuevo talante: tonto, muy tonto. Pero de izquierdas. Porque si no es del PP, es antiglobalización y apoya a Cuba , ¿de dónde podría ser?


Es fácil decirlo. Yo soy un tío comprometido. Pues no se la armé a la derecha criminal en circunstancias más difíciles.
Ensayo la frase:
ETA y todo su entorno son unos asesinos.

Verás como me den el premio. Salgo y lo digo. Porque a mí, a lo que es compromiso, no me gana nadie.
Ensayo otra vez:
ETA y todo su entorno son unos asesinos.

Si yo sé que aquí todos están de acuerdo aunque no lo digan. Si yo sé que la gente me apoyará aunque se callen. Si sé que en cada pueblo se respira libertad y ese hondo sentir ancestral de la vida sencilla. Y por supuesto, por encima de cualquier otra cosa está la libertad. Porque hay momentos en que hay que decirlo. Y si no lo dije en los ochenta fue porque la situación no estaba para eso. Y si no lo dije en los noventa fue porque la situación no estaba para eso. Y si no lo dije en el dos mil fue porque la situación no estaba para eso. Pero, ahora voy y lo suelto.
Tercer ensayo:
ETA y todo su entorno son unos asesinos.

Y lo voy a gritar. Porque hay cosas más importantes que los premios. Y que la industria. Y que la publicidad. Verás que compromiso. ¿Digo lo del cordón sanitario? Ah, no, que ya lo han usado. Si es que se me adelantan siempre. Menos en esto. Seré el primero, bueno el segundo. Pero ese viejo no cuenta: además no fue aquí.
A ver si me lo sé:
ETA y todo su entorno son unos asesinos.

¡El premio! ¡Me han dado el premio! ¡Qué momento! Mi compromiso saldrá a relucir.
Lo digo:
¡Como se come aquí en ningún sitio, oye!

viernes, septiembre 19, 2008

VIDA INTERIOR/10: ALMA DESNUDA

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará.Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz.


Todo sensibilidad.

martes, septiembre 16, 2008

OCCIDENTE Y LO HUMANO

El pensamiento occidental es superior.
El pensamiento occidental es culpable.
El pensamiento occidental es la única esperanza.

En este triple eje radica el problema de la cultura occidental y de la idoneidad o no de otras culturas. Pero, es un triple eje polémico. Por un lado, hay que ver qué significa concretamente esa superioridad del pensamiento occidental sobre otras; por otro, hay que analizar cuál es su culpa; por último, en qué se basa su exclusiva esperanza.

El pensamiento occidental es superior. Solo esta frase ya habrá hecho que muchos dejen de leer: debo de ser un xenófobo. Sin embargo el criterio de superioridad para estimar a occidente no proviene de razones innatas entre la gente que habitó o habita este lado del planeta, eso sí sería racismo, sino que dicho criterio resulta de un hecho historico incontestable: el predominio absoluto en la actualidad del capitalismo. Efectivamente, el capitalismo se ha impuesto a nivel universal y toda la realidad, sea cual sea el lugar que analicemos, es ya capitalismo. Toda cultura, a su vez, lo que pretende es dar una respuesta a su entorno. Y así, indudablemente con mi cultura occidental moririría en la selva amazónica si estuviera solo y el indígena de allí, sin embargo, sobreviviría. Pero la selva amazónica no es el universal y, sin embargo, el capitalismo sí. De esta forma, la realización universal del capitalismo implica que aquella cultura que lo desarrolló y lo explica es la única que tiene actualidad, pues las otras, que explicaban hechos históricos pasados y muertos, son ya pura fantasmagoría y la realidad que explicaban ha quedado reducida a hecho histórico pretérito cuando no a puro resto arqueológico o folklórico despliegue.

Pero hay algo más sobre este tema, y que desarrollaremos con mayor amplitud al tratar la esperanza, pues la superioridad de la cultura occidental no es sólo real desde un puro pragmatismo, que está claro, sino desde una visión progresista de la humanidad. Si progreso va unido a emancipación humana, y esto hay que decirlo claro, va unido a su vez a occidente: espíritu de la Ilustración.

¿Pero acaso la humanidad habita ya en un mundo feliz? No, y por ello la cultura occidental es culpable de no haberse cumplido a sí misma. Efectivamente, sería ingenuo pensar que la inmensa fábrica feliz en que se ha convertido el mundo no tiene que ver con fuerzas que ya estaban presentes en el desarrollo de la racionalidad occidental. De esta forma, la realización de la idea de sujeto y su consiguiente dominio del mundo para humanizarlo pasó a ser dominio sobre el propio sujeto por una realidad externa convertida, a su vez, en sujeto universal: el capitalismo. Así, la fuerza que debería liberar a los hombres -el conocimiento- se convirtió en carcelero. Y este desarrollo del nuevo sujeto universal de explotación, que no hubiera sido posible si no hubiera habido racionalidad occidental, es, por consiguiente, responsabilidad suya. Ninguna otra cultura, aunque todas ellas hayan sido a su vez de dominación de unos hombres sobre otros, ha llegado tan lejos en la generación de un sistema totalitario: que dicha dominación no se realice ya prioritariamente desde unos grupos sociales sino que la misma realidad domine sobre todos del mismo modo. Es así el sueño cumplido de la vuelta a la naturaleza pero, tras Darwin, sabiendo que la naturaleza no es hermosa. Pero además se trata de una realidad no devenida bajo condiciones ajenas a la acción humana sino construida por el propio desarrollo de la conciencia occidental. Efectivamente, sin occidente el mundo no tendría capitalismo y dominación universal. Pero esto tampoco quiere decir que ello le hiciera libre. Pues las otras culturas tampoco se han caracterizado precisamente por el cariño a la emancipación y la autonomía del pensamiento. Sin embargo, es claro que esta es la culpa del pensamiento occidental: el desarrollo del capitalismo como dominación universal sobre los seres humanos.

Pero en esta misma queja radica la esperanza. Solo quien siente la culpa posee la esperanza como objetividad. Efectivamente, el sentimiento de culpa expresa el deberia ser y este, a su vez, indica la existencia de un ideal no realizado, de una promesa no cumplida. Y en la cultura occidental esta esperanza objetiva no se define sólo por pensar que ojalá todo hubiera ocurrido de forma distinta sino que las cosas podrían y deberían ser de otro modo: objetividad. Y dicha crítica a la realidad se realiza de forma inmanente y de acuerdo a lo que la misma realidad es: son los mismos conceptos que desarrollaron el capitalismo los que se definen como inacabados en su trayectoria histórica. Así, el único punto de anclaje para un principio de esperanza está en aquello que la propia tradición del pensamiento occidental lleva en sí, la emancipación de los seres humanos, y que permanece sin cumplirse. De esta forma, las críticas desde otras culturas ajenas a los procesos mencionados no pasan ya de ser el anhelo de volver a formas primitivas de dominación pues las ideas que se utilizan en ellas pertenecen a realidades ancladas en el pasado o a residuos civilizatorios más folclóricos que actuales. Diciéndolo en frase: la conciencia primitiva no puede entender el sistema de dominación más complejo y racionalizado que nunca haya existido. Y así solo puede hacerlo la conciencia que lo creó y se sofisticó con él. La crítica a la realidad, pues, sólo se puede hacer desde el pensamiento occidental en una doble perspectiva: por un lado, la formalización del pensamiento como pensamiento racional; por otro, sólo desde las ideas que hicieron surgir el propio capitalismo es posible comprenderlo, primero, y ver tras él una potencionalidad traicionada, ver algo más de lo que pretende ser.

El pensamiento racional es el único que es capaz de comprender la propia racionalidad extrema del capitalismo. El pensamiento mítico, aquel en que la identificación plena se da en su mero aparecer, como en la ñoña mística, no puede comprender el capitalismo pues su apariencia es la del libre mercado de mercancías que sirven al desarrollo humano: su falsa apariencia se presenta como su esencia. Solo el pensamiento racional occidental escarba más allá de esa apariencia y en su búsqueda de la causa encuentra la explotación. Solo la cadena de pensamiento que occidente generó, y cuyos meritorios proyectos serían la ciencia, la filosofía y el arte, es capaz de aplicarse al capitalismo para comprenderlo como explotación aún más allá de su apariencia exitosa.

Pero además, y este es el segundo punto, aquellos conceptos que occidente creó y a los que dio sentido de emancipación en su discurso -sujeto, autonomía, libertad,…- están aún vivos en esa misma tradición y son la única esperanza frente a su propio desarrollo traicionado en el capitalismo. Esos conceptos que se usan diariamente significan más en su tradición que en su uso cotidiano y dicha tradición no es sólo pasado histórico sino que aún está presente en las obras de arte o en obras de pensamiento. Y por ello la dominación ha convertido la cultura, esa tradición, o bien en fósil para la élite o en desaparecida para la masa, incluyendo aquí el empleo de un sistema educativo demencial y reaccionario, señalándole que todo vale igual en el flujo de la mercancías donde relativismo y multiculturalismo pueden convivir sin problemas pues el único problema real es, precisamente, la cultura.

Nosotros, sin embargo, mantenemos aún realmente la esperanza. Pero este nosotros ya no cabe entenderlo como hombre blanco o negro, nacido en el hemisferio sur o el norte, cerca de un océano o de otro, macho o hembra: solo cabe entenderlo como pensamiento humano. La expansión global del capitalismo ha universalizado el mundo y la respuesta ante él, la única respuesta, está en el desarrollo de aquel pensamiento que es capaz de entenderlo y criticarlo pues a su vez lo germinó. Así, ya no existe pensamiento occidental sino solo pensamiento que podría llegar a ser de emancipación -como una vez lo fue- pues todos los demás han sido arrojados, y tal vez de forma justa, al vertedero de la historia donde ellos mismos arrojaron a sus víctimas. Sin embargo, no cabe olvidar que ese mismo pensamiento ha generado la situación actual de absoluto dominio sobre el hombre. Por ello, no es el pensamiento como museo aquel que se exige aquí sino ese otro que se realiza no solo sobre sí mismo sino, y fundamentalmente, contra sí mismo.

BASURA (otra vez): eso que se llama cultura popular


Es el toro de la Vega, en Tordesillas. Ignorantes, gentuza y paletos contra un pobre animal. Y página web con mensaje: sin raíz, nada.
Vida vegetativa.
Encefalograma plano.

miércoles, septiembre 10, 2008

VIDA INTERIOR/9: EN LONDRES (Y 7)

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará.Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz.


Recogiendo a Ethan Edwards.

"La teoría crítica de la sociedad no posee conceptos que puedan tender un puente sobre el abismo entre el presente y su futuro: sin sostener ninguna promesa, ni tener ningún éxito, sigue siendo negativa. Así, quiere permanecer leal a aquellos que, sin esperanza, han dado y dan su vida al Gran Rechazo. En los comienzos de la era fascista, Walter Benjamin escribió:

Sólo gracias a aquellos sin esperanza, nos es dada la esperanza."

Herbert Marcuse, El hombre unidimensional

lunes, septiembre 08, 2008

VIVIR

En esto que son algo así como las cuatro de las madrugada, las tres en Canarias -islas afortunadas-. Y otros y yo estamos en una terraza. Y viene una camarera y cortésmente nos indica que van a cerrar. Y uno de allí comenta con simpatía y en broma que él no sabía que los camareros tuvieran vida. Y ella, igual de simpática y a su vez con cortesía, responde que sí, que duermen y van a casa, y comen y ríen, y se enamoran y se divierten. Y todo es simpático hasta que llega el amargado: ¿qué verbo no ha utilizado? Y como nadie contesta se responde: pensar. Y solo se oye una expresión: ¡joder!,... Hartazgo.

En la división social del trabajo, el pensamiento siempre perteneció socialmente a las elites. Como bien sabía Aristóteles, y Veblen, una economía de subsistencia puede generar una aristocracia que viva en el ocio y realice un trabajo económicamente improductivo: pensar. Así, las obras culturales y artísticas tienen doblez: no son solo producto de la grandeza de espíritu de sus creadores sino, a su vez, del trabajo explotado de los otros. La servidumbre producía el espíritu, pero para unos pocos. Por ello, cuando el ser humano se definió como racional en realidad estaba marcando su territorio de clase no universal: nosotros frente a la chusma. De esta forma, vivir como cuestión general no tenía sentido: pocos años de esperanza de vida y la repetición sistemática del pasado marcaban la supervivencia de una mayoría de la población excluida de lo humano. O se pertenecía a la elite o no se vivía. Y la élite, por ejemplo las escuelas helenísticas, percibían vivir como una mera cuestión academica y no existencial.

La idea de una racionalidad universal y clave del sujeto es propia de la Modernidad, a partir del Renacimiento. La creencia en que el sujeto es quien debe hacer el mundo y no ser hecho por él implica una ruptura con la realidad anterior y vivir se transforma en tarea de construcción de ese mundo. Esto ya se inició en el cristianismo en cierta medida con la idea del juicio postmortem, pero la heteronomía propia de toda religión, Dios como dictador de las normas, hizo que no se llegara a su radicalización: había que cumplir la voluntad de Dios y la vida era esa misión y no tarea propia. Sin embargo, con la Modernidad Dios ya no era garante. Fausto, en la versión de Goethe, sería así el ejemplo perfecto del problema de vivir: buscar el momento mas bello en que se deseara la interrupción del transcurrir temporal porque se vivía ya en plenitud. Sin embargo, lo que ideológicamente era una realidad no lo era socialmente: lo real era la existencia de una masa cuya vida transcurría en la producción de bienes materiales y que tenía como consecuencia que vivir no fuera un problema político y social sino un problema exclusivo de la aristocracia del espíritu que ya diría a las masas como desarrollar su existencia: de Ortega a Lenin. De esta forma, el discurso emancipador, que ansiaba la universalidad, acabó reconstruido en una nueva clase ociosa cuyo ejemplo más preclaro sería la admiración de la burguesía por la bohemia -el artista domesticado y que como los monos de feria había aprendido a beber absenta, maldecir a la burguesía y buscar al tiempo desesperadamente comprador- y su desprecio por el movimiento obrero.

Sin embargo, la cosa cambia al surgir el capitalismo en el que prima el consumo como forma de producción. El tiempo libre aparece como realidad social masiva y la clase ociosa se vuelve mayoritaria. Así, la vida, con su nuevo tiempo vacío para rellenar, comienza a tomar importancia socioeconómica. Y por ello, se genera ahora una doble respuesta para saciar esta necesidad productiva. Por un lado, la élite, temerosa de perder su puesto de aristocracia del espíritu, profesionaliza los discursos a través de la universidad: lo intertextual, la cita permanente ya en el texto ya en la imagen, hacen que para el alejado de la academia la obra, el pensamiento -presunto- avanzado, sea incomprensible y la aristocracia mantenga su permanencia social. Así, y por ejemplo, a mí mismo me resulta imposible ya leer revistas científicas o comprender el arte actual pues me falla el conocimiento de la referencia: la élite me excluye de su mundo al tiempo que convierte su conocimiento en especialización minoritaria. A usted le negará la filosofía -donde yo sería, presuntamente, especialista- convertida en nota de la nota a pie de página solo comprensible por el experto. El pensamiento, que ahora podría ser universal, se niega a sí mismo la expansión pues teme que esta implique, como debería, la perdida del privilegio social de la élite.

Pero no es esta solo la forma novedosa de negación. Igualmente y para rellenar ese nuevo tiempo surge una industria del ocio cuyo producto pretende satisfacer la nueva demanda. Y si al principio pudo unir cultura con populismo, en cuanto a ofrecer productos como consumo que llegaban a ser frecuentemente obras de arte -como hizo de forma ejemplar el cine clásico americano convirtiéndose en el mayor moviemiento artístico del siglo XX-, a medida que el pensamiento fue retirándose de la realidad fue, a su vez, perdiendo su discurso complejo. Así, de la vida popular no es que desapareciera el pensamiento, pues nunca lo hubo, sino que cuando pudo incluirse no se cumplió. La división social del trabajo propia del capitalismo paso así a dar un nuevo paso: la división social de la vida.

En el capitalismo avanzado, los individuos viven su vida ideológicamente de forma desdoblada –una vida en el trabajo social que no consideran suya propia y otra vida interior en el ocio que creen les pertenece- pero realmente es una vida única de producción de capital -ya trabajando, ya consumiendo mercarcías-. Es la unidimensionalidad, de la que ya trató Marcuse en un texto imprescindible, en cuanto a que el sujeto sólo siente que realiza su vida en una parte de su existencia: la parte privada. Pero esta parte privada es en sí un factor básico del capitalismo desarrollado. Así, la vida como tal asiste a una partición del tiempo que se corresponde con la creencia de eso que se denomina vida interior, el yo –presunto- propio, frente a vida social. No es pues que antes la vida fuera más auténtica, como imagina el pensamiento reaccionario dibujando el idiotismo de sociedades anteriores como modelo idílico y haya que reivindicar ese pasado, sino que cuando el pensamiento pudo haberse expandido libre fue costreñido a una condición ideológica por la necesidad de producción del propio sistema. Así, la paradoja del capitalismo es que fue la condición de surgimiento de la vida individual consciente -es decir: el desarrollo existencial de la subjetividad- y ha resultado ser su negación como sistema totalitario que es. El capitalismo crea el sujeto y lo niega. La vida queda limitada a la producción absoluta: trabajo y ocio.

Además, en esta realidad limitada en que se ha convertido la vida, ya no cabe el pensamiento. ¿Por qué? Porque el pensamiento sería la conciencia insatisfecha que fue, precisamente, lo que construyó al sujeto. Y esta conciencia insatisfecha no es sino el propio lema de la modernidad: el pensamiento piensa ideas. Y al hacerlo radicaliza su separación con lo externo y su imposible reconciliación con un mundo demasiado pobre para satisfacerle. Así el pensamiento se domestica: se podrá utilizar como fuerza productiva, y cada vez más en la sociedad de la información, pero por esa misma división de la vida antes citada ello implicará su existencia en la esfera ajena al considerado yo y no será vivido, por tanto, como algo propio. Incluso podrá estar presente en la vida -presuntamente- auténtica del ocio, pero entonces lo hará como elemento de cultura en el ocio de las élites y, por ello, como fósil secuestrado a la realidad. En el resto, los productos culturales de consumo irán abanbonándolo, lo que no querrá decir que siempre sea así, como se puede ver en el caso de ciertas películas, pero sí que la conciencia ni lo espere ni lo desee. Vivir, el ocio, se transforma en no pensar. Pensar, el trabajo, en no vivir. Y cualquier intento de saltarse la ferréa división del tiempo vital, que sólo se convierte en uno en cuanto producción objetiva de capitalismo pero no en la conciencia subjetiva de cada sujeto, acabará en la expresión autosatisfecha: ¡joder!... Y en el hartazgo.

Es una película de Kurosawa: Vivir. Un oscuro y viejo funcionario municipal recibe la fatal noticia de un cáncer de estómago y que sus días están contados. Y decide entonces cumplir su vida: salir de noche, sexo, diversion. Pero no consigue vivir. Por fin entre los legajos de documentos que siempre han estado en su mesa descubre el proyecto de un parque infantil paralizado. Lo mueve, trabaja en el expediente y por fin el parque se construye. Y una noche lluviosa, mientras se columpia en ese mismo parque y canta una canción infantil, muere.

Eso es, o debería ser, vivir.

viernes, septiembre 05, 2008

PURA IZQUIERDA

Ya lo he dicho. Siempre, cuando era pequeño, me hacía una pregunta cuando veía una de aquellas viejas películas del oeste: ¿por qué si mataban al malo no lo celebraban? Hay una escena triste, hay muchas, en ese bello western que es Raíces Profundas. En ella Shane, Alan Ladd, sale del salón donde acaba de matar justamente a los malos. Y antes de salir echa una mirada hacia atrás: es una mirada cargada de melancolía. Sin un ápice de orgullo, sin un ápice de gloria.

D. Ricardo debe sentirse muy orgulloso de la intervención rusa en Georgia. Yo me siento muy orgulloso de ser tan intelectual y tan profundo. Incluso tan ingenioso. Además, tan falso. Nos sentimos los dos muy de izquierdas, muy puros. Muy intelectuales y elevados.

Es ingenuo dejar el pensamiento progresista sólo a la bondad. Porque hay tanta bondad subjetiva en la derecha como en la izquierda. Y lo que es peor: hay bondad subjetiva en el nazi y en el comunista. Pero, sin embargo, hay una cierta bondad subjetiva que se impone sobre sí misma y llega a ser objetiva. Supera la propia subjetividad de los buenos sentimientos y se transforma en verdad. Es raro encontrarla.

He discutido bastante con D. Pocholo. No me gustan, él lo sabe, sus formas. Creo que la educación no es sólo un modelo social sino también ético. Y creo que D. Pocholo muchas veces la pierde –como, cada vez más, D. Ricardo-. Pero al tiempo siempre he admirado que alguien que tiene una vida como la suya, y conozco su vida, siga pensando y escribiendo. Siga actuando. Y dándonos lecciones.

D. Pocholo ha publicado esto en su blog. Y dice algo indispensable que a todos los presuntos intelectuales se nos había olvidado:
La guerra es indefendible y moralmente repugnante y es inaceptable defenderla desde la izquierda, otra cosa es que sea inevitable defender una causa justa con la fuerza de las armas, pero aún así no deja de ser repugnante. Por cierto, y para don Ricardo, en su caso sus argumentos son falaces y falsos, Rusia no defiende el control del Caucaso por motivos humanitarios sino por motivos estratégicos para seguir manteniendo el control de sus recursos energéticos; ya ve don Ricardo ni tan sólo defiende una causa justa sólo al puto dinero, siempre el puto dinero.

Moral pura y dura.
Pura izquierda.

jueves, septiembre 04, 2008

VIDA INTERIOR/8: EN LONDRES (6)

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará.Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz.




Dean Street 28. Aquí vivió Marx -hoy, local hostelero de lujo-.

Ideología es hoy la sociedad como fenómeno.
Theodor W. Adorno.


LA PORTADA (OTRA VEZ)

Una de las mejores portadas en años.

I.- DATOS OBJETIVOS:
Diario El País
Fecha: 3 de septiembre de 2008
Imagen:


Comentario:
En primera plana la interesante memoria histórica selectiva. A la derecha del lector en pequeña columna, la crisis y los parados.


II.- OPINIÓN -¿SUBJETIVA? ¿OBJETIVA?-

1.- Imaginen que gobernara el PP
2.- Imaginen que Público,el diario que ZP lanzó como respuesta a PRISA, no hubiera fracasado estrepitosamente y el gobierno se hubiera volcado con Mediapro definitivamente.
3.- Imaginen que, por tanto y si se hubiera cumplido 2, el gobierno no hubiera necesitado al grupo PRISA.
4.- Bueno, ni a Garzón. ¿Otro lugar en la lista?
5.- Es más, imaginen que fuera cierto aquello que mentía Zapatero con la sonrisa beneplácita de la autoproclamada izquierda y que no hubiera crisis.

Concluyan: ¿Cuál sería la portada?

Pues la misma, pero como el tema de la financiación autónomica seguiría, pues llenando el hueco de la derecha con algo sobre el aborto.
O sobre Educación para la Ciudadanía.
Porque nunca se sabe.

III.- PREGUNTA

Ante esto de la crisis:
¿Dónde está IU?
¿Dónde están los sindicatos?

martes, septiembre 02, 2008

VIDA INTERIOR/7: EN LONDRES (5)

¿Quién de nosotros no tiene una vida interior muy grande? ¿Y qué poeta no nos la cuenta una y otra vez? En esta sección mi alma se desnudará.Incluso he comprado una nueva para tenerla más grande. Porque, en el fondo, yo también quiero ser feliz.

Sin palabras -o solamente en inglés-.
"Soñaba y creía que la vida era felicidad; desperté y vi que era deber"
Inmanuel Kant