jueves, noviembre 01, 2007

MI PRIMO DE ZUMOSOL: HUMOR ALEGRE Y HUMOR TRISTE

Ustedes que son como yo viejos, incluso alguno ya nacimos viejo, y se acordaran del anuncio: mi primo de Zumosol. Era el sueño de cualquier niño e incluso, por ejemplo, de la chica agredida por un macarra en el tren de Martorrrel: se lo diré a mi primo – pero la chica solo tenía al fiscal y al juez: el macarra anda libre-.

Sin embargo, resulta que Mariano Rajoy tiene un primo de Zumosol. Pero esta vez el primo no destaca por su musculatura sino, como buen catedrático de la prestigiosísima universidad española incapaz de poner a cualquiera de sus centros entre las 200 principales del mundo, por su presunta, pues a saber si el primo –a veces nunca mejor dicho- lo dijo, opinión y conocimientos profundos, desde su cátedra, sobre el cambio climático.
La ocurrencia de Rajoy, y de tal vez su primo, tiene un tripe análisis. Por un lado, un análisis sobre el humor y su uso (pues al final todo quedará en una broma). Por otro, un análisis sobre la propia ciencia y la idea que la sociedad tiene que ella y su trabajo -que habría que relacionar con la reciente sentencia de un juez británico sobre Una verdad incómoda-. Y, en tercer lugar, sobre un hecho que resulta sorprendente y al que casi nadie ha prestado atención: ante la estupidez del líder sale el perrito faldero –Esperanza Aguirre, quien en realidad busca ocupar el puesto de macho alfa- para decir una frase que debería estar en la puerta del museo de los horrores: que comparte todas y cada una de las opiniones del líder (no especificó si incluso, cual buen perro faldero, antes de escucharlas). Pero, hoy nos interesa lo primero.

Hay un humor alegre, cómplice con la realidad. Hay un humor triste, desgarrado ante el mundo. No se trata, no se crean, de que el humor triste sea un humor menos gracioso. Está lejos de eso. Tampoco es el humor triste un humor de contenido político concreto sino de algo más complejo: de intención intelectual. El humor alegre está encantado con la realidad, el triste, no. Torrente, la burla frente al débil, es humor alegre; los hermanos Marx, triste.
El humor es una cosa muy seria. Nadie debería ampararse en él para decir tonterías. Precisamente, la diferencia entre el humor y la tontería es clave: es diferencia en su conciencia. Quien dice una tontería no es consciente de estar haciéndolo, quien hace humor, bueno o malo, sí. Pero, además, el humor no está exento de la ideología, de la política, de la moral. Es falso pretender que el humor no toma partido, pues lo hace tanto en su contenido –de qué se ríe- como en su forma –cómo se ríe-.

Así, lo interesante del chiste de Rajoy, la bromita como diría la futurible, es que es claramente conservador, es humor alegre, en al menos dos aspectos: contenido y forma. En el contenido, se trata de una broma que trata de minimizar un problema real para los más débiles, quienes preferentemente sufrirán el cambio climático, a favor de los más fuertes. Eso, es humor conservador. Lo que buscaba Rajoy con el chiste era negar la evidencia -¿cuántos informes puede citar el primo de Zumosol, o el propio Zumosol, que nieguen el cambio climático y la intervención humana en él?- a favor de la duda conservadora y los lobbys industriales: con una gracieta. Pero, ¿la diferencia entre un humor alegre, conservador y cómplice con la situación real y un humor triste, denunciador de lo absurdo de lo real es sólo de qué se ríen? ¿Acaso hay temas tabús en el humor? No, sino lo contrario. La clave no está en el tema sino en la forma de enfocarlo. Mientras que el humor alegre, conservador y cómplice, busca acallar la conciencia del desastre, el humor triste, la denuncia del absurdo, pretende gritarla.

Hay, al menos, dos célebres bromas sobre el hambre en el mundo: la de Jonathan Switf, ya nos hemos referido a ella más veces, y la de María Antonieta. En la primera, el autor de Gulliver propone que la mejor manera para aliviar el sufrimiento de los niños pobres y para que estos dejen de representar una carga para sus padres y la propia sociedad es fácil: cocinarlos y comérnoslos. En la segunda, la reina propone que los que no tienen pan y se quejan coman pasteles. En una surge la culpa; en otra, que acabó en una cabeza cortada, la bromita. Precisamente, la idea de Rajoy ha sido minimizar el problema del cambio climático con un chascarrillo en la taberna del señorito andaluz. Y para ello, no menos importante, ha utilizado una fórmula determinada, una forma humorística concreta: el argumento de autoridad donde la burla proviene de que alguien con renombre social –ya saben, nada más y nada menos que catedrático de la prestigiosa universidad española- se mete con los contrarios y nosotros debemos ve ahí su gracia: en la superioridad. Efectivamente, la idea de sacar a un primo, tal vez nunca mejor dicho repetimos, catedrático de un centro de investigación tan prestigiosos como cualquier universidad española -una clave de cualquier gag es su repetición- se presenta en la cabeza del conservador como argumento de autoridad: lo dice un catedrático. Así, la clave del humor está en que el poderoso se ríe del débil. La idea de Rajoy es simple: ¿pero no ve usted ignorante que quién habla es catedrático de universidad? Ja, ja. Es así el humor de los poderosos, donde la posición social previa y no discutida da la razón y el control. El humor alegre es el que se ríe de los débiles sin denunciar nada con su risa. Cómplice de la situación del mundo.

Una noche en la opera, humor triste y seguramente la mejor película cómica de la historia, tiene una escena -en realidad todas- genial, divertida y dramática: Groucho Marx conoce al tenor más grande del mundo, vestido para la representación de Polichinela, y ante la inquisitiva pregunta de éste sobre si quiere saber algo de él -imaginen: el tenor más grande del mundo, casi tan importante como un catedrático de universidad española- Groucho al tiempo que arranca uno de los botones del disfraz interroga:
- Sí, ¿cómo puede usted dormir boca abajo con unos botones tan grandes?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Se acercan las elecciones y me temo que Mariano volverá a perderlas. Y miren que lo tiene difícil para hacerlo:
-El área metropolitana patas arriba (El granero de votos socialista)
-Ciutadans arañando votos al PSC.
-Oposición de los medios conservadores y de la propia CCRTV en Cataluña.
-Un contrincante, Zapatero, que hace unas políticas que me parecen poco ambiciosas en el terreno social e incluso equivocadas, como el endurecimiento de las leyes de protección de la mujer. O su excesiva timidez a la hora de afrontar el problema de la vivienda.

Y aún así creo que perderá el PP, por la incompetencia de su cúpula actual.

Pues, sí. Y yo como en estos últimos años votaré a IU a pesar de todos sus defectos, porqué creo que es la fuerza política que mejor me representa.

Ah, y a pesar de que no me gusta y de que no puedo votar. Me declaro llamazarista por pura necesidad.