jueves, julio 20, 2006

MEMORIA HISTÓRICA O RESPONDIENDO A D. RICARDO/ 1

D. Ricardo ha publicado un artículo en su indispensable bitácora sobre mi escrito titulado Memoria (selectiva) histórica. En él critica, con su contundencia habitual, mis afirmaciones. La primera parte de mi crítica va a tratar sobre la interpretación que D. Ricardo hace de mi artículo y que yo creo está totalmente desenfocada. Pero, en lugar de achacar dicha mala interpretación al lector tal vez convendría, y no sólo a nivel particular, empezar a pensar que quizás los licenciados en filosofía y que vamos de filósofos escribimos para nuestro ombligo. Efectivamente, si D. Ricardo, que es una persona culta y con unas ideas políticas y sociales cercanas a las nuestras, no nos entiende quizás sería el momento de empezar a pensar que la culpa no es tanto del público sino nuestra. Y analizar qué hay en nuestra expresión, tal vez una falsa profundidad a través de párrafos eternos o quizás un intento mal llevado de plasmar la propia complejidad de lo real, que impide ser entendido. Y esto, creo, es un tema muy importante. Aunque, a tratar en otro momento.

Pero, me parece, que hay que contestar concretamente a D. Ricardo en su crítica. Y divide ésta en dos partes. Primera, señalando que la ley no busca hacer una interpretación de la historia tal y como nosotros decíamos. Segundo, atacando el fondo de la cuestión sobre la propia idea de historia. Por eso, a su vez, nuestro artículo tiene una primera y una segunda parte. Esta, dedicada al hecho concreto; la segunda, más teórica, empeñada en intenta clarificar la idea de historia.

Según D. Ricardo la ley de memoria histórica no pretende imponer una interpretación de la historia. Y me pide que dé datos al defender yo que sí lo intenta. Bien, como la ley todavía no existe resulta difícil hacerlo y tampoco sería justo referirnos a proyectos. Así que nos centraremos en la que ya está que es la Ley 24/2006, de 7 de julio, sobre declaración del año 2006 como Año de la Memoria Histórica. Si se lee bien lo que dice, llamarán la atención dos frases:
Aquella etapa de nuestra historia [se refiere a la II República] constituyó el antecedente más inmediato (…) [de] nuestro actual Estado social y democrático de Derecho.
Primera interpretación: la República como antecedente. Como la República no pudo ser el antecedente temporal de la actual democracia, pues entre medias estuvo la dictadura de Franco, sólo puede ser el antecedente político. Pero, lógicamente, un antecedente político, es decir: ideológico, es ya una interpretación histórica. Igual sería hablar de la Restauración como antecedente, de las cortes de Cádiz o de la I República, por cierto la gran olvidada. No se trata por tanto de un hecho histórico sino de una interpretación histórica en la que se plantea, saltándose el contexto y el tiempo, la contigüidad entre un régimen y otro. Y lo importante aquí no es si uno interpreta como correcto que hubiera esa contigüidad, sino que eso es ya una interpretación histórica que puede ser cierta o no pero, creemos, no corresponde al Parlamento ni al gobierno realizarla por Ley.

La segunda idea es aún más interesante porque señala el mito que se repite, incluido D. Ricardo, en la autodenominada izquierda.

Hoy resulta así oportuno recordar y honrar a quienes se esforzaron por conseguir un régimen democrático en España, a quienes sufrieron las consecuencias del conflicto civil y a los que lucharon contra la dictadura en defensa de las libertades y derechos fundamentales de los que hoy disfrutamos.

Y el mito es que los luchadores antifranquistas, todos, luchaban por la libertad y la democracia. Sin embargo, aquí hay que ser políticamente incorrectos: ¿alguien cree que un militante del Partido Comunista luchaba por la libertad y la democracia? ¿Alguien cree que la Pasionaria, por ejemplo, que tan gratamente estuvo en la URSS de Stalin, luchaba por la democracia y los derechos fundamentales? Pues nadie lo cree pero el temor a que al decirlo se esté haciendo el juego a la derecha impide señalarlo. Pero la realidad, y sobre esto el otro día publicó un ejemplar artículo Santos Julia en El País, es que muy pocos de los luchadores del bando republicano, y ninguno por cierto del bando nacional todo sea dicho, pretendían defender la democracia, la libertad o los derechos fundamentales: ni los socialistas, ni los comunistas (tampoco los troskistas, no crean, así que eliminen de la lista a Nin y Maurin) ni, por supuesto, los anarquistas. La libertad -no lo olvidemos: ¿Libertad para qué?- no contaba entre las ideas fundamentales de casi ninguno de los grupos fundamentales de izquierdas desde la conversión de la filosofía de Marx en dogmática. Y no por ocultarlo, tal vez haga falta una ley de la memoria histórica sobre el comunismo y la izquierda que tanto calló, se convierte algo en verdad. Es ingenuo pretender que quienes acudían enfervorizados a los congresos de los partidos comunistas del este de Europa, y o hace tanto, o quienes defendían las dictaduras comunistas, y todos los que hemos estado en un partido comunista lo hemos vivido, fueran a dar su vida por un derecho, que denominaban formal y burgués, como la libertad. Y es tan ingenuo como ahora cuando los revisionistas de derechas pretenden presentar un ejército o una Iglesia defendiendo la unidad de España o el orden en el 36. Pues tampoco, sólo buscaban defender sus privilegios a costa de la mayoría de la población. Y fue, contra esa misma mayoría, en realidad por lo que fueron a la guerra.

Por eso, trago saliva cuando paso por ciertos pueblos de España y veo un busto a la Pasionaria o un centro educativo, ¡un centro educativo!, que se pueda llamar como la estalinista Dolores Ibarruri. E igual trago saliva cuando un colegio en Madrid se llama como el indeseable José Calvo Sotelo. Y no entiendo, sinceramente, qué le pasa a la gente que le puede parecer bien una de las dos opciones o callar ante sus desmanes mientras, cual martillo de herejes, persigue la otra incluso por ley. Porque la historia de la guerra civil es una historia sucia y no angelical. Y, además, también hay que decirlo, es una historia vieja que, al igual que a mi generación la guerra de África, a la actual juventud les debe sonar a polillas y tanques de juguetes frente a lo que vino después. Y por eso tampoco se entiende el empeño en sacarla una y otra vez a colación como el abuelo Cebolleta, ¡ah la memoria histórica!, sacaba de su triste memoria una nueva, ¿nueva?, batallita.

10 comentarios:

RicardoRVM dijo...

Enhorabuena, don EP, ahora se ha explicado. Sigo sin estar de acuerdo, pero ahora creo que el desacuerdo es mñas de matiz. En cualquier caso, son casi las 00:30, y mañana a las 8:00 tengo que estar en Conde de Casal, porque estoy siendo víctima de un ataque de stajanovismo, así que mañana por la tarde me encargo de usted. Ala, que lo pase usted bien.

. dijo...

Oiga, Royo, le ha quedado como a Joe Pesci en Goodfellas. Dígole - dígoles - que el Sr. Mesa ha puesto los puntos sobre las íes muy bien puestas. Yo, Ricardo, sabe que le quiero, pero aprendí de los marxistas a tomar partido y hoy tomo partido por el Sr. E punto P punto.

Enrique P. Mesa García dijo...

Pues toma usted partido por el marxista, D. Berlin.

Anónimo dijo...

Genial

Anónimo dijo...

Buen articulo. Sobre este tema me parece interesante el articulo de Soledad Gallego Diaz del pasado viernes en El Pais, titulado: La memoria no reside en la política

RicardoRVM dijo...

A ver, don EP, voy a intentar responder a sus objeciones una por una, y quizás de una forma un poco desordenada:

1.- Sobre si la Ley pretende imponer un punto de vista o no. Leída la Ley -y en todo momento yo me refería a la del año de la memoria histórica- me parece evidente que no es así. Lo que sí ocurre -y legítimo y necesario que sea así- es que nuestra actual democracia reconoce la continuidad de la legimidad con respecto a las previas. Porque la legitimidad es un concepto tan jurídico como político. Es evidente que todos esos regímenes de los que habla usted -las cortes de Cádiz, varios de los regímenes liberales del XIX, la I República, y en mucha menor medida la Restauración- son antecedentes también de nuestra democracia actual. ¿Por qué no se reconoce eso por Ley?. No sé que nadie lo ha reclamado. Por mí, no habría problema, lo que ocurre es que, a diferencia de lo que ocurre con la II República, no es necesario, porque no hay injusticias que reparar con urgencia, es decir, antes de que se vayan muriendo los últimos agraviados que van quedando.

No creo que haya imposición de un punto de vista por ley. Simplemente hay reconocimiento de la legitimidad de un sistema político anterior.

2.- La segunda crítica me parece que es realmente injusta. Usted sabe bien que yo no soy comunista y que además simpatizo bastante poco con el Partido Comunista. Sin embargo debe usted saber que el 17 de julio de 1936 –muy interesante el artículo de Juliá, que había leído ya- se produjo un golpe de estado contra un régimen plenamente democrático y legítimo, reconocido como tal por las democracias liberales. Como sabrá que la sociedad española y su ejército se dividieron en dos grandes bloques: quienes optaron por defender el régimen legalmente constituido, y quienes optaron por oponerse a él con las armas en la mano.

A buen seguro que usted sabe que en el bando republicano en seguida se produjo un gran debate entre los partidos u organizaciones de carácter revolucionario -es decir, no democrático-. Ese debate giraba en torno a dos posiciones: la primera optaba por aparcar la revolución, para ganar la guerra; la segunda prefería acompasar guerra y revolución: los comunistas, y los socialistas optaron por las primeras posiciones, convirtiéndose en leales aliados de los liberales y los republicanos, mientras que los anarquistas y los troskistas optaron por la segunda posición.

Es decir: al margen de sus posiciones maximalistas, el PCE y el PSOE se comportaron a lo largo de la guerra –y sin duda posteriormente- como partidos plenamente democráticos aceptando la legitimidad de la República y sacrificando muchas de las vidas de sus militantes por la libertad, que no otra cosa era la República. Es por lo tanto injusto acusar a los comunistas de no haber luchado por la democracia en la guerra, porque eso es precisamente lo que hicieron. Por otra parte, sobre el papel que los comunistas españoles tuvieron posteriormente en la lucha contra la dictadura -y por la democracia, como se demostró después, en la transición- hay pocas dudas. Los comunistas españoles -al margen de lo que hicieran sus dirigentes en el exterior- tuvieron un papel importantísimo en la lucha contra la dictadura y también en la lucha por la democracia.

Habla usted muy ligeramente de quienes acudían enfervorizados a los congresos de los partidos comunistas del este, pero se olvida de la gran mayoría de los comunistas españoles que estaban sufriendo la dictadura y la represión por algo tan democrático como defender los derechos de los trabajadores, fundar sindicatos de clase, reclamar la libertad de expresión, y el resto de las libertades políticas. No digo yo que no haya que conocer qué supuso el comunismo en aquellos países hubo dictaduras comunistas, pero también hay que reconocer que los comunistas españoles -y el PCE- no eran la misma cosa. Y sí, muchos comunistas españoles dieron su vida por la libertad, porque desde el momento en que su partido decidió integrarse en el ejército republicano para defender la república legalmente constituida, los comunistas españoles comenzaron a luchar por la libertad.

3.- La historia de la guerra civil no es una historia vieja, don EP. Porque todavía viven muchos a quienes la elección de cumplir con su deber, primero al alinearse con la opción leal a la República, después al decidir resistirse a la dictadura, les destruyó la vida. Son miles de vidas destruidas por defender la liberad, por traer a España un régimen político como el qeu tenemos hoy, en que las libertades están plenamente garantizadas. Y nuestras actuales instituciones democráticas tienen el deber de agradecérselo de dos formas: en primer lugar haciendo desaparecer por ley todos los vestigios no históricos de la dictadura –y no me refiero a destruir el Valle de los Caídos, sino en prohibir que se dediquen calles a los golpistas, como está prohibido en Alemania homenajear a Adolf Hitler-, y en segundo lugar, reconociéndoles como precursores de nuestra democracia. Por que lo son.

4.- No hay mito en la II República. He leído mucho sobre la república y sé cuáles fueron sus principales errores, que los hubo, y algunos muy graves, de la misma manera que sé que los republicanos de hoy tenemos que preocuparnos por los problemas que tenemos hoy los españoles, y no por los que tuvimos en el pasado. Lo que ocurre es que no es este el momento de hablar de ello. Hagamos justicia con quienes tanto dieron por nuestra libertad y entonces tendremos el camino expedito para convertir en realidad la III República.

Anónimo dijo...

Son miles de vidas destruidas por defender la liberad, por traer a España un régimen político como el qeu tenemos hoy

A las barricadas, a las barricadas......

Anónimo dijo...

¡Hombre! El comisario va mejorando en lenguaje ambiguo, retorcido y manipulador, sobretodo en el cuarto punto, punto que sirve lo mismo para arre que para so.

¿Está usted seguro de que quiere ser ese tipo de politico cuando sea mayor?

Anónimo dijo...

callate de estos temas q no tenes ni puta idea q encima le mandas cartas a tu perro friky

vitalidad dijo...

Mi hija tiene 18 años, el otro día me comentó que ella no sabía que Franco había sido un dictador que dió un golpe de estado, que ella de niña pensaba que era un señor bueno. Muchos de nuestros hijos piensan eso si ven un caballo con él montado en una plaza, tampoco se paran a reflexionar sobre si el Cid era o no bueno, es verdad, pero sí lo estudian, estudian al Cid y deciden, pero a Franco no se llega nunca, es imposible terminar el temario. Por ello yo sí reivindico que quede claro lo que pasó que no quede como hasta ahora.